Es necesario amar lo
que se hace, sólo así explotamos el máximo de nuestra capacidad y damos lo
mejor de nosotros mismos. Es comprensible que, cuando así sucede, sintamos un
sano orgullo por lo obtenido con esfuerzo y a veces incluso mucho sacrificio.
De ahí que surja aquel adagio de “Cada quien alaba su queso rancio”.
Y es que sobre gustos no
hay nada escrito, y lo que a uno le puede parecer extraordinario (porque es lo
suyo) a otro le podría parecer mediocre y no necesariamente porque haya envidia
de por medio. El tema es que como no me costó a mi, como no fui yo quien lo
hizo, no me parece tan importante o trascendental. Y aunque no provenga de la
envidia, el menosprecio de lo ajeno, no deja de ser pernicioso para la
convivencia humana.
La clave sería ponernos
en el lugar del otro y procurar valorar no sólo la obra en sí, sino el esfuerzo
que costó conseguirla. Para ello bastará con dialogar con el autor y descubrir
así el trasfondo de la obra. De seguro eso nos permitirá descubrir un valor
añadido. Una vez que hemos comprendido los antecedentes, veremos el fruto con
otros ojos y podremos saborear mejor el “queso rancio” ajeno, tal como hacemos
con el nuestro.
P. César Piechestein
elcuradetodos... utedes
Lo máximo Padre César mil bendiciónes !
ResponderEliminarGracias Padre me gusta su manera de enseñar. Bendiciones
ResponderEliminarPadre muy buena reflexión. Flor Ma.
ResponderEliminarUna primera aplicación q Se me ocurre es al revisar calificaciones del colegio de mi hijo... Conversando podré conocer más de como obtuvo su "quesito" y así valorarlo :)
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