Hace pocos días tuvimos
una pequeña parrillada con algunos grandes amigos, de esos de toda la vida. En
un abrir y cerrar de ojos la casa estaba repleta de gente, con mucho ruido,
muchos hijos y mucho humo claro. Contemplando tan alegre cuadro y volviendo a
saborear cada uno de los abrazos y los besos recibidos como saludo y muestra de
la alegría del reencuentro, me puse a imaginar cómo será la más grande de las
fiestas.
Doña Perse cuando disfrutaba del mar. |
Y es que aunque no
sabemos la fecha en que se celebrará, sabemos que el día llegará. Los
anfitriones la están preparando desde siempre y el Hijo nos ha prometido que
será memorable. Habrá muchos motivos para festejar, pero yo siempre me detengo
en el que más me entusiasma: el reencuentro. Sólo pensar en volver a abrazar a
tantos que ya hace tiempo que no veo, porque se fueron lejos o porque murieron,
me hace mucha ilusión.
Algunos quizás no estén
de acuerdo conmigo. Ciertamente lo más importante ese día será encontrarnos con
el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, los anfitriones, los que han hecho todo
esto posible, pero yo ya me siento en comunión con ellos. Los amo y me aman y
de seguro en esa fiesta eterna esa comunión será mucho más perfecta, pero no
logro imaginarme como sería. Sin embargo
sí me imagino volviendo a abrazar a doña Perse y a Nino, a la Tata y a
tantos otros que ya no están. Es maravilloso pensar en ese reencuentro.
Vale la pena pensar y
añorar algo que sucederá, algo que Dios nos ha prometido. Nuestra esperanza no
será defraudada y el anhelo que hoy tenemos de esa fiesta, no sólo nos permite
encontrar consuelo ante la muerte, sino que nos alienta a ser fieles para poder
ser también parte de ese gran reencuentro.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
@elcuradetodos ... ustedes
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