Uno de los valores más apreciados es el tiempo, nadie
quiere perder un solo instante y por ello no es extraño andar siempre en
carreras y con el estrés hasta la coronilla. La vida nos parece corta y
queremos sacarle el mayor provecho, en eso creo que casi todos estamos de
acuerdo. El problema se presenta cuando por ese mismo afán de no desperdiciar
un solo minuto, hacemos todo al apuro y sin disfrutarlo. Esa, según mi opinión,
es la principal causa de estrés.
A mi me gusta desperdiciar mi tiempo y es porque hay cosas
que merecen cada segundo que se invierte en ellas. Me encanta desperdiciar mi
tiempo saboreando lentamente un buen chocolate. Disfruto cada minuto que puede
compartir con un buen amigo y si esos minutos se convierten en horas, mejor
aún. No me duele “desperdiciar” el tiempo pensando en Dios y hablando con Él.
Todo eso me permite disfrutar todas las demás
actividades que realizo durante el día, las simples y las complicadas, las
anheladas y aquellas que preferiría evitar. Todas son parte de mi vida y
necesitan de mi tiempo. Y la verdad es que aunque las tenga que hacer al apuro,
no quiero dejarlas pasar sin que tengan un significado y dejen una huella en
mi.
Eso sí, cuando merecen que en ellas “desperdicie” mi
tiempo, no dudo en dejar correr los minutos y darles todo el espacio necesario.
Porque hay personas y cosas que no pueden ser tratadas al apuro, por mucha
urgencia que uno tenga. Y créanme que aún cuando se trata de saborear un bombón,
mi alma se eleva a Dios que es quien hizo posible tal manjar.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
disfrutar cada dia de nuestra vida honrando a Dios con nuestros actos y pensamientos
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