"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

De la tierra al Cielo LXXXIII - Piedras en el zapato



Caminar con una piedra en el zapato es una de las experiencias más incómodas. De hecho nadie la aguanta por mucho tiempo, pues por lo regular el problema se resuelve sacando la piedra y, si es el caso, cambiando de calzado. Creo que a nadie se le ocurriría pensar en continuar caminando con el incómodo elemento dando vueltas y mortificándonos el pie, a menos que lo hiciese por penitencia.

Quizás por esa razón usamos la expresión “es como una piedra en el zapato” al referirnos a una situación que nos incomoda. Una circunstancia que nos es adversa, nos crea dificultades o nos hace sufrir, es tan incómoda como una piedra en el zapato. La primera reacción será, como es lógico, buscar deshacernos de la molesta piedrita.

Lamentablemente no siempre es tan fácil y además, casi siempre suele suceder que apenas nos libramos de una de esas “piedras”, aparece otra tan incómoda como la anterior.  Lo que quiero decir es que en la vida siempre nos toca caminar con “piedras en los zapatos”. Y aunque eso podría tentar a más de uno a detener la marcha, pensando que si no camina la molestia disminuirá, la verdad es que las piedritas son incómodas caminando o quedándose de pie en un solo sitio.

Por lo tanto el desafío es aprender a caminar con esas “piedras” en nuestros zapatos. Ya sabemos que ésta vida no es perfecta y las adversidades, aunque no son infinitas, siempre serán muy numerosas. Caminar sabiendo que aún con incomodidad, lo que cuenta es que avanzamos, que seguimos caminando y que nos acercamos a la meta. Las piedras nos ayudan a caminar con atención, a ser prudentes y evitar las carreras locas, a comprender que lo bueno cuesta sacrificio pero vale la pena.

Puede sucederte al final, que termines tomándoles cariño a esas “piedritas”. Y es que, con un poquito de sinceridad, descubrimos que han sido un medio para ayudarnos a madurar y a pulir nuestras virtudes. A fin de cuentas hay que aprender a caminar con ellas, porque siempre estarán allí.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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viernes, 30 de noviembre de 2012

De la tierra al Cielo LXXXII - ¿Estresado? ¡No es necesario!



En la época que nos ha tocado vivir, a nadie le sobra el tiempo. Se ha vuelto un bien de consumo masivo, de alto costo y que muy pocos están dispuestos a compartir desinteresadamente. Todo se debe hacer velozmente, procurando sacar el mayor provecho posible a cada minuto. Todo se calcula y se organiza, hay que planificar hasta el tiempo que se necesita para satisfacer necesidades básicas como asearse o comer. Y cada vez vivimos más apurados.

Si a todo eso le agregamos la multiplicidad de tareas que nos toca desarrollar, no es difícil comprender por qué enfermedades como el estrés, la hipertensión o la gastritis, están al orden del día. Sin embargo (y ahora es cuando quiero meter la cuchara) existe una gran diferencia, más de fondo que de forma, cuando de la realización de nuestros deberes se trata. Aquello que amamos, no nos pesa.

Nadie se estresa cuando hace su deporte favorito o mira una película, o desarrolla su pasatiempo. No nos apuramos cuando conversamos con alguien que es importante para nosotros. Cuando rezamos pidiendo al Señor su auxilio, porque estamos en problemas, no miramos el reloj. Tampoco nos apuramos cuando lloramos o reímos. La verdad es que sólo nos pesan aquellas cosas con las que no nos sentimos vinculados, porque lo que nos apasiona, aunque lo tengamos que hacer todos los días, no nos causa molestia alguna.

Y entonces la solución a nuestros problemas de tensión o depresión, hasta de vacío existencial, no es ninguna terapia innovadora, sino apasionarnos por lo que hacemos. Todas las actividades humanas, aún aquellas más insignificantes, esconden un “porque”, una razón que las hace necesarias y por lo tanto bellas, amables. Encontrar esa razón es imprescindible para poder valorar y amar lo que hacemos, para que surja esa pasión que hará liviana nuestra carga y llevadera nuestra cruz de cada día.

Empieza cada jornada poniendo en manos de Cristo tus actividades, muchas o pocas, pesadas o entretenidas, y comprométete con Él a presentarle en la noche los frutos conseguidos. Verás que poco a poco esas ansias y carreras, y sobre todo, esa insatisfacción por tu rutina diaria, se irán desvaneciendo. Porque lo que amamos nunca nos cansará.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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viernes, 16 de noviembre de 2012

De la tierra al Cielo LXXXI - El lado malo de lo bueno



Hoy mientras saboreaba una manzana, pensaba cuán dulce puede ser una fruta tan pequeña. Dicen que, junto con la uva (más pequeña todavía) son las frutas que más azúcar poseen. Tengo que confesar que los dulces son mi debilidad, en especial el chocolate, creo que son una de las cosas buenas de la vida. Pero sé también que los dulces tienen un lado malo, en exceso producen daños a la salud.

Debemos aceptar el lado malo de lo bueno. Dicen los entendidos que nada bueno se consigue fácil, recordemos que “Quien quiere su celeste, que le cueste”. Lo sabemos, lo tenemos presente, aunque a veces lo podemos querer olvidar.

Es una ilusión pretender hacer el bien y creer que todo será fácil, que el camino carecerá de dificultades. Podríamos pensar que como se está haciendo el bien todo se nos tendría que facilitar y aunque debería ser así, muchas veces es todo lo contrario. Cierto que el placer de servir, de ser útil, es inapreciable y hace que valga la pena cargar con cualquier dificultad.

Seguro el mayor de los ejemplos nos lo brinda Cristo y su Cruz. Nadie ha podido hacer un mayor bien que redimir a la humanidad. Jesús nos salvó y seguro que todo su amor lo movió a ese sacrificio. Él sabía que para eso había venido al mundo, pero también sabía que el dolor iba a ser inmenso. Y me atrevo a pensar que, aún en medio de esos dolores, su espíritu gozaba sabiendo que nos estaba haciendo el más grande de los regalos.

El ejemplo de Cristo y de tantos hombres y mujeres que desgastan su vida haciendo el bien en medio de dificultades y hasta persecuciones, nos sirva para recordar el lado malo de lo bueno, sabiendo que siempre será más grato hacer el bien, servir, luchar por un ideal noble, que quedarse cruzado de brazos para evitarnos cualquier dolor.

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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miércoles, 3 de octubre de 2012

Retiro Eucarístico de octubre

En octubre los Misioneros Eucarísticos iniciamos un nuevo apostolado.
Todos los primeros domingos de cada mes realizaremos un retiro espiritual eucarístico, abierto a todo público. Iniciaremos a las dos de la tarde para concluir a las seis de la tarde.

Serán cuatro horas acompañando a Jesús Sacramentado. Junto a la adoración eucarística ofreceremos dos meditaciones que ayudarán a la reflexión y la oración.
El lugar será siempre la capilla del Hogar de Ancianos San José (frente al Policentro, en Guayaquil).

Entonces te esperamos el domingo 7 de octubre.

viernes, 21 de septiembre de 2012

De la tierra al Cielo LXXX - Canibalismo




Hoy me entretuve mirando una pelea entre dos pequeñas arañas. Al inicio la lucha era pareja, pues eran de la misma especie y del mismo tamaño, aunque al final una ganó la batalla. Lo que me sorprendió es ver que a continuación la vencedora comenzó a alimentarse del cadáver de la vencida. Ya se imaginarán mi sorpresa, porque aunque es común que entre animalitos haya combates, no lo es tanto el canibalismo.

Soy un amante de la naturaleza y, desde niño comprendía que es natural que unos animales se alimenten de otros. Sin embargo, el canibalismo siempre me ha producido un profundo rechazo y hoy lo volví a comprobar.

Todo ese evento me llevó a reflexionar sobre cuántas veces hacemos daño a quienes están cerca nuestro, a nuestros afines, a nuestros incondicionales. Dicen que todo enemigo, primero fue un gran amigo. No sé que tan cierto sea, pero si creo que a veces nos comportamos como la araña de mi historia.

Es cierto que no nos comemos literalmente a nadie, pero sí que nos dejamos llevar por nuestras bajas pasiones y entre insultos, injurias, calumnias y cosas del género, dejamos hecho papilla a cualquiera. Y ya en ese estado, cualquiera se lo puede almorzar.

Jesús nos dice en el capítulo seis de San Juan que quien coma su Carne y beba su Sangre tendrá vida eterna. Creo que ese es el único caso en donde realmente es santo comerse a alguien y para ello Jesús se ha hecho Pan. Procuremos cada día comer de ese Pan y seguro tendremos la fuerza espiritual para dominarnos y no “comernos” a nadie.

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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martes, 7 de agosto de 2012

De la tierra al Cielo LXXIX - Quiero ser un libro


Yo quisiera ser un libro … sí pero un libro de primaria. Quizás les parezca a aspiro a muy poco, que bien podría, ya que deseo ser una cosa inanimada, ser un libro de mayor rango: una enciclopedia, una libro de aritmética o de astronomía. Pero la verdad es que yo prefiero ser uno de primaria, de esos que dicen “Mi mamá me mima y yo mimo a mi mamá”.

Y es que, cuando de cosas se trata, tendría que elegir una que sea más noble. Los libros científicos, los que estudiamos en la universidad, nos enriquecen, nos transmiten conocimientos muy altos, pero sólo porque sabemos leerlos. ¡Qué sería de nosotros si no hubiese libros que nos enseñaran a leer!

Cada uno de nosotros debe elegir que tipo de persona quiere ser, es como construir nuestro propio perfil. Hay que elegir bien, puesto que todos somos parte del engranaje social. Cada pieza es importante y necesaria, aunque cada una tenga una diferente función. Y en ese sistema yo quiero ser como un libro de escuela, de esos en los que aprendes a leer. Sencillo, con muchos dibujos, con frases cortas y que quedan en la memoria. Un libro al que, al final, te une un vínculo de gratitud.

Serlo, sin embargo, tiene sus desventajas. Mientras el libro universitario o la enciclopedia son tratados con cierto respeto y cuidadosamente conservados en sus estantes, al libro de escuela lo llenas de colores y garabatos, lo arrugan y lo tiran por el suelo. Aunque su misión sea noble, sus destinatarios muchas veces no lo entienden. 

Al final, lo que cuenta realmente en la vida, es gastarse y desgastarse. Seguramente todos los libros buenos cumplen una misión importantísima, pero yo siempre preferiré ser un libro de primaria, un libro de niños.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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lunes, 23 de julio de 2012

Reflexionando el Evangelio: Ser pastor - Domingo XVI del Tiempo Ordinario


Queridos hermanos:

No se puede pensar en un rebaño sin pastor, porque las ovejas que carecen de guía se dispersan y se pierden, como consecuencia no son un rebaño. En el Evangelio Jesús se entristece porque contempla a su pueblo así, como ovejas sin pastor.

La figura del pastor reviste, por lo tanto, una importancia primordial. Imaginarse un pueblo sin guía, sin animador, sin alguien que represente a Cristo, es imaginarse un pueblo desintegrado, desordenado y sin futuro. El pastor cumple una misión irreemplazable: es padre y maestro, médico y juez. De ahí que el santo Cura de Ars afirmara que bastaba dejar a un pueblo sin sacerdote por veinte años, para que terminaran adorando a las bestias.
Como oveja sin pastor ...

Sin embargo sabemos que sólo Cristo es el Buen Pastor, el auténtico, el único que ha dado la vida por sus ovejas y las ama y las conoce por su nombre. Y es Él quien se ocupa de proveer pastores que, como ministros suyos, acompañen a los hijos de Dios. Nadie puede arrogarse ese ministerio si no ha sido llamado por el Buen Pastor.

Y aunque algunos todavía piensen que el sacerdocio es una cruz impregnada de renuncias, casi como un cáliz amargo, los que hemos sido escogidos para servir como ministros del altar sabemos que no es así. Después de la salvación, no hay don más grande que se pueda recibir de Dios, que la vocación al sacerdocio. Poder ser otro Cristo, celebrar el milagro de la Eucaristía y perdonar pecados en nombre de Dios, son junto a otras tantas maravillosas tareas, la corona del sacerdote. De ahí que, quien teniendo ésta llamada no la descubre o no la acepta, se priva de la mayor felicidad.

Hoy como ayer, la Iglesia ora al Padre para que envíe obreros a sus campos. Hoy el mundo tan desorientado y confundido, se presenta como miles de millones de ovejas desperdigadas y en peligro de perderse, a quienes urge la presencia salvífica del sacerdote, del pastor. Sigamos orando por las vocaciones al sacerdocio y por la santificación de los sacerdotes.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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