Los cambios
antropológicos se suceden de manera violenta en nuestros días. Cada vez somos
más frágiles: mentes débiles, almas pequeñas, voluntades caprichosas. Parece
como si cada generación fuera más delicada que la anterior. De seguro la
reciedumbre se nos ha olvidado y con ella todas las demás virtudes que
engrandecen al hombre.
Por supuesto que todo
eso debe tener una raíz y yo (que de científico tengo poco) me atrevo a
asegurar que la fuente del problema está en casa, en la manera en que somos
criados y educados. Porque todavía uno puede encontrar chicos que son
esforzados, valientes, resistentes inclusive, y cuando uno investiga un poco
descubre que han crecido en hogares con la disciplina y el orden de antaño.
Entonces mi mensaje
para todos los padres de familia y educadores que empiezan a desesperarse
frente a una generación que parece imposible de formar es que no tengan miedo.
Que no les tiemble la voz cuando deban decir que NO y permitan que los chicos
aprendan a lidiar con la frustración que esa negación les produzca. No tengan
miedo de corregir y aconsejar o incluso de hacerlos llorar (no se van a
deshidratar).
Nadie se hace recio
cuando todo le viene fácil y a pedir de boca, además ustedes saben que la vida
real no es así. Si quieren hijos fuertes vuelvan a la pedagogía antigua, porque
la moderna sólo produce depresivos, suicidas y autodestructivos. Dejen ustedes
la desesperación y cojan el toro por los cuernos, que la pedagogía de antaño
demostró ser eficaz durante siglos.
En una mano el amor y
en la otra el rigor.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos... ustedes