"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

viernes, 29 de julio de 2011

Mi accidente italiano - Nonagésimo Segundo Informe Cesarial

Mis añorados ALA:

Ya hacía tiempo que no les contaba mis aventuras europeas, pero es que no había gran cosa para contar. Julio ha sido un mes de descanso y de reflexión. Roma en verano se transforma en una ciudad distinta, llena de espectáculos artísticos: teatro, opera, ballet, etc. He podido presenciar algunos de ellos y los he disfrutado mucho. Y aunque todo parecía rutina, hoy ha sido la diferencia. Les voy a contar mi primer accidente en Italia.
¡Menos mal que el vidrio no era de criptonita!

Una mañana normalísima
Un poco después de las once de la mañana me dirigía de regreso a mi casa en el autobús número 46. Iba sentado en el penúltimo asiento junto a una muchacha que luego supe se llamaba María Pía. Justo esos asientos están dirigidos hacia atrás, es decir, en lugar de mirar hacia el frente del vehículo, nosotros mirábamos hacia la parte trasera. Entre nosotros y la puerta estaba un gran vidrio, puesto que los buses de acá los tienen de lado y lado de las puertas. En el último asiento iba un señor con su hijita, mientras su esposa estaba de pie sosteniendo a su otra hija que estaba en un carrito.

Una frenada brusca
De repente y pocos segundos después de haber pasado el semáforo, el chofer frenó de golpe. La señora fue a dar de espaldas contra el vidrio, lo que lo hizo romperse en miles de pedacitos. María Pía y yo fuimos literalmente cubiertos por ellos. Todo pasó en un segundo.

Consecuencias
Por suerte las niñas estaban bien, al igual que el papá. La señora tenía un corte en la mano y otro en el brazo, además del golpe en la espalda. María Pía y yo, aunque sin golpe alguno, sufrimos algunos cortes en pies y brazos. Nada de que preocuparse.

De Herodes a Pilatos
La gente se bajó del bus y el chofer, entre nervioso y enojado, nos quería llevar en esas condiciones hasta la estación de la línea. Por suerte aparecieron los vigilantes que comenzaron a indagar y a pedir documentos. El chofer se defendía diciendo que era culpa de un motociclista que se había atravesado y que si no frenaba la cosa hubiera terminado en desgracia. Mientras todo eso ocurría, nadie se percataba de nuestra problemática situación. Las niñas lloraban a gritos, María Pía no se podía mover porque tenía el short lleno de vidrios y sabía que si se movía se podía cortar aún más. Yo comencé a tratar de quitarme los pedazos que tenía en los brazos, pero a cada movimiento me hacía algún nuevo corte. Después de una media hora larga, llegó la ambulancia. No crean que fue la solución porque ni ellos sabían cómo quitarnos los vidrios sin lastimarnos más. Entre agua oxigenada y gasa y con mucha paciencia nos fueron liberando, aunque confieso que aún ahora siento por ahí alguno que todavía me pincha. Luego nos dijeron que era conveniente que fuésemos al hospital, pero tendríamos que esperar otra ambulancia, porque esa era sólo para los rescatistas. Al rato llegó la segunda, mientras habíamos ya firmado el certificado y además nos habían tomado el testimonio. Ahora sí al hospital.

De Pilatos a Herodes
Nos asignaron código verde, el tercero en gravedad. Por lo tanto debíamos permanecer en la sala de espera hasta que nos llegara el turno. Estábamos más tranquilos, por lo menos habíamos dejado de sangrar y nos sentíamos más seguros. Yo viendo que pasaba el tiempo y nada de nada, llamé a mi amigo Daniele (romano) para ver si sabía como era la “movida”. Me dijo que en veinte minutos llegaba. Cuando habían pasado quince (eran ya la una y media) nos hicieron entrar. María Pía es costarricense y aún no domina el italiano, así que fuimos juntos (yo de paciente-traductor). Nos pidieron los datos, los documentos y nos hicieron pasar a otra sala de espera (13:45hrs). Atendieron primero a María Pía, seguramente porque es menor de edad y además mujer, para un servidor la espera se dilataba. Pasaban las horas y no mi apellido no sonaba. La sangre de los cortes ya se había secado y mientras esperaba y con cuidado, me fui sacando todos los vidrios que alcanzaba a ver.
Un autobus romano.

El que espera desespera
Daniele y Sirenela, su novia, me vinieron a acompañar. Con ellos la espera se hizo un poco más amena, pero después de una hora me informaron que tenían que regresar a trabajar y los despedí. Poco después regresó Daniele a socorrerme con una buena porción de pizza, porque todavía no había almorzado (menos mal que tengo buenos amigos). Seguían llegando códigos rojos y amarillos (con precedencia sobre el verde), y mi espera se hacía infinita. Gente en camilla, alguno que gritaba, otra que se quejaba, una que se mordía los labios y lloraba … y yo que veía mis cortes cada vez más chiquitos y mi paciencia diminuta. A las cinco y media me levanté y me fui.

Como verán no fue una gran cosa, pero aventura es aventura. Quizás ha sido una manera distinta de cerrar un mes sin desniveles. Gracias a Dios que nadie se hizo daño y que, aún con bastante demora, tuvimos quien nos dé la mano. Gracias sobre todo a Dios por la presencia de los amigos, que hacen llevaderos aún los momentos duros. Gracias a Dios por ustedes.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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jueves, 28 de julio de 2011

Reflexionando el Evangelio: Decidir y elegir - XVII Domingo del Tiempo Ordinario

Queridos Hermanos:

Cristo mismo nos ha dicho que donde está nuestro tesoro ahí está nuestro corazón, y es que no puede ser de otra manera. En el Evangelio del domingo el Señor nos habla del Reino de los Cielos, que debe ser el tesoro de todo cristiano y por el cual lo dejamos todo, porque nada se le puede comparar en valor e importancia. Sin embargo, para hacer esa elección tenemos primero que haber tomado una decisión, la misma que será el fundamento de nuestras elecciones.

En la primera lectura hemos recordado un momento clave de la vida del rey Salomón. Dios le da la oportunidad de pedirle cualquier cosa, podía elegir lo que fuese y él eligió sabiduría para gobernar a su pueblo. Y es que antes de esa elección, ya Salomón había decidido ser un buen rey, como lo había sido su padre David. Esa decisión fue la que le hizo elegir lo que era más importante, lo que realmente le serviría para cumplir su misión. Dios lo bendijo concediéndole la sabiduría y además todo lo que no había pedido.

Cada día de nuestra vida está lleno de elecciones. Desde el momento en que nos despertamos hemos de elegir entre levantarnos enseguida o dejarnos llevar de la pereza. Elecciones que irán forjando nuestra vida: amar u odiar, ser fiel o infiel, perdonar o guardar rencor, etc. Pero cada elección, pequeña o grande, corresponde a la decisión que hayamos hecho, esa que nos define como persona.

La pregunta hoy es si hemos decidido ser cristianos, si hemos decidido servir y seguir a Cristo. Esa será el marco que definirá nuestras decisiones. Será el amor a Dios los que nos mantenga en coherencia con esa decisión y nos llevará a elegir siempre lo que agrada a Dios, lo que nos acerca a Él.

Así como quien vendió todos sus bienes para comprar el campo donde estaba escondido el tesoro, o el mercader de perlas que vendió todas las que tenía para comprar aquella más preciosa. Quien ha decidido ser todo para Dios no se hace problemas a la hora de elegirlo. Al contrario, con rapidez se desembaraza de todo aquello que no lo deja amar a Dios, de cualquier obstáculo o traba que se interpongan entre él y su tesoro.

Que alegría saber que Jesús nos ha puesto el Reino de los Cielos al alcance de la mano, basta decidir darlo todo por Él.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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domingo, 24 de julio de 2011

Sin Pelos en la Lengua - Santiago de Guayaquil

Dicen que el nombre tiene una relación directa con la personalidad. Hoy recordamos que nuestra ciudad lleva el nombre de uno de los apóstoles, es más, de uno que era parte del grupo de los cuatro principales: Santiago.

No siempre es fácil descifrar el ser de una persona, pero es verdad que hay quienes, queriendo o sin querer, son más transparentes y por lo tanto con menos posibilidades de mantener escondido su yo interior. Este era el caso de los “Hijos del trueno”, Santiago y Juan, que poseían una personalidad impulsiva, enérgica, con capacidad para desear hacer llover fuego sobre quienes habían rechazado la predicación del Evangelio.

Otro detalle que nos ayuda a comprender un aspecto interesante de su manera de ser es la entrevista de su madre con Jesús. Ellos (al igual que los demás apóstoles) querían sentarse en los primeros puestos, a derecha e izquierda del Maestro. Tratando de “ganarse la voluntad” del Señor, buscaron una estrategia ganadora. ¿Quién se podía negar a los ruegos de “mamita”?

Pero Santiago no era sólo poseedor de un carácter fuerte y una audacia grande. Fue él justamente quien bebió el cáliz antes que ningún otro apóstol, sacrificando su vida por amor al Maestro. Y es que no podía ser de otra manera, pues su valentía era también manifiesta. Celebrar la fiesta del apóstol Santiago significa celebrar el derramamiento de la sangre del primer apóstol mártir.

Y nuestra ciudad lleva su nombre: Santiago de Guayaquil. Y nosotros somos reconocidos como “Guayaquileño, madera de guerrero, bien franco, muy valiente, jamás siente el temor”. Creo que aunque nos falta mucho para igualar a nuestro patrono, poseemos ya mucho de su personalidad. 

Decimos lo que pensamos (a veces exagerando) y somos capaces de encontrar siempre la mejor “salida”, con ingenio y audacia. Pero sobre todo somos valientes, dispuestos a todo cuando de defender nuestros valores se trata.

Los cimientos están, sólo nos falta concluir la construcción. Ya va siendo hora de asumir con totalidad nuestro compromiso entre fe y vida. Hoy más que nunca, frente a la relativización de todo, es necesario un pueblo que sepa vivir y enseñar la única verdad de Cristo, que es Cristo mismo. Ya es tiempo de imitar a Santiago viviendo también nosotros nuestro martirio cotidiano, sin miedo a la incomprensión y a la persecución. ¡Porque somos católicos, porque somos guayaquileños!
¡Viva Guayaquil hasta el Cielo!

P. César Piechestein
elcuradetodos … guayaquileño.

jueves, 21 de julio de 2011

De la tierra al Cielo XXXXVIII - La dolorosa frustración.

Creo que una de las experiencias más frustrantes debe ser la del campesino frente a un sembrío que no produce. Darse cuenta que todo el esfuerzo del cultivo, de tantos sudores, ha sido inútil, ha quedado sin fruto. Amarga experiencia que podríamos comparar con otras similares, de quien se esfuerza y desgasta esperando ver un resultado que al final no llega.

Es doloroso ver el sufrimiento de los padres de familia que con tanto sacrificio han criado y educado un hijo, que luego viene destruido por los vicios. Quizás todavía me es más familiar la frustración de tantos sacerdotes que no ven los frutos de sus desvelos, frente a comunidades indiferentes o tibias.

Y es que todos actuamos movidos por una motivación, por un objetivo. Cierto que puede ser de los más altruistas, pero siempre esperamos ver resultados. Quien siembra espera cosechar, quien cuenta un chiste espera recoger risas, quien lucha por un ideal espera ver cambios. Es difícil poder concebir una acción 100% desinteresada, que no espere ninguna reacción.

El amor es la fuerza más noble y más grande del universo. Pero aún el amor más grande y sincero tiene un interés: la felicidad del ser amado. Jesús sacrificó su vida en la Cruz esperando como fruto nuestra salvación eterna.

Seguro será frustrante para Él comprobar que a pesar de su entrega hasta la muerte, muchos no la reconocen, no la aceptan y se condenan. 

Si hemos experimentado la frustración podremos comprender, aunque sea un poquito, el dolor que ha diario padece Cristo abandonado, incomprendido y hasta rechazado. Su Cruz es la mayor y más perfecta de las entregas, pero aún así muchos siguen pasando indiferentes frente a ella. Seguro que será aún más doloroso cuando los indiferentes nos contamos dentro de su rebaño.
Hasta el Cielo.

P. Cèsar Piechestein
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martes, 19 de julio de 2011

Reflexionando el Evangelio: Misericordia y Esperanza - XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Queridos Hermanos:

En la parábola del trigo y la cizaña sorprende un poco el hecho de que el Señor prefiera dejarlas crecer juntas. Normalmente quien cultiva un jardín o un campo procura siempre arrancar las malas hierbas antes de que crezcan y compitan con las plantas que uno ha sembrado. La actitud de nuestro Sembrador es más bien singular y seguramente tiene un significado que hay que tener en cuenta.

Jesús nos dice que el día de la cosecha, cuando finalmente serán recogidos tanto el trigo como la cizaña, será el día del Juicio. Mientras el trigo irá sus graneros (Reino de los Cielos), la cizaña será quemada (infierno).

Seguramente el detalle de dejar que la cizaña crezca junto al trigo nos debe de llevar a reflexionar sobre la misericordia y la esperanza de Dios. No estamos hablando de plantas sino de almas y mientras en un jardín una mala hierba nunca dejará de serlo, en la vida espiritual ese cambio si que se puede dar.

Dicen que “Mientras haya vida, hay esperanza” y es cierto que Dios espera. El confía en que todos pondremos de nuestra parte para acercarnos a Él, no pierde la esperanza que aún los más endurecidos pecadores puedan experimentar su amor y convertirse. Y es por eso que esperará hasta el último momento, dejando que crezcan juntos trigo y cizaña.

La misericordia de Dios es infinita, pero nuestra vida en éste mundo no. Hemos de ayudarnos mutuamente a recordarlo y así procurar ser trigo y no cizaña. La parábola nos recuerda que somos responsables de nuestra propia salvación y también corresponsables de la salvación del mundo.

Hoy Jesús también nos invita a dejar de lado los prejuicios, a no condenar a nadie por más malo que nos parezca. No podemos perder la esperanza, la gracia hace milagros y hay muchos santos que primero fueron grandes pecadores (Santa María Magdalena, San Agustín). Aprendamos de nuestro Sembrador, misericordioso y lleno de esperanza.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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sábado, 16 de julio de 2011

Once años de ministerio sacerdotal - Nonagésimo Primer Informe Cesarial

Mis extrañados ALA:

Continuo con mis anheladas vacaciones, procurando aprovechar el tiempo y conociendo nuevos lugares de Roma. Esta es una ciudad que esconde mil y un espacios llenos de historia, de arte y cultura. Creo que se necesitaría una vida para recorrer cada detalle, porque todos valen la pena. Sin embargo aún me quedan anécdotas que compartir sobre mi viaje a Romeno, así que no los voy a dejar guardados en el tintero.

7 oficios - 14 necesidades
Ese era mi apodo en el seminario, no sé si bien merecido, pero bien usado al fin y al cabo. Y es que además del rol de seminarista también me encargaba del jardín, de cuidar los perros y era el enfermero de mis compañeros. Sólo así lograba no aburrirme. Visitando Romeno no pude dejar de alegrarme al ver la cantidad de campo que tenía por delante. Manzanos al por mayor, aunque yo de éste tipo de cultivo no sé nada, me llamó la atención ver lo cuidados que estaban. Finalmente conocía el origen de las manzanas que a diario me despacho en Roma. Y aunque estábamos de vacaciones algo habría que hacer, digo para no perder la costumbre. Y me esperaban las abejas y las vacas.

Las abejas del tío Sergio
Mi tío Sergio Chini es un antiguo apicultor y digo antiguo no por los años de vida sino por los que tiene en ese oficio: 30. Claro que de profesión es Técnico Hidráulico y en eso trabaja, pero su pasión son las abejas. Con él pude por primera vez observar por dentro un panal y comprender algunos aspectos fascinantes de la vida de éstos insectos que tanto bien nos hacen. Eso sí procuré cubrirme bien, porque las amigas aladas cuando sienten que alguien quiere dañar a la reina, atacan. Yo salí bien librado pero el tío no tanto porque tres de ellas pensaron que habría que picarlo, se nota que sabían que es él quien les roba la miel.

Las vacas de Marcello
Otro de mis tíos, Marcello Tell, se dedica a la fabricación del famoso queso "Grana", original de esa zona de Italia. Es un queso que se madura por dos años (ya se imaginarán la paciencia y el cuidado). Yo prefiero los quesos frescos, pero sobre gustos no hay nada escrito. Para producir la leche tiene un establo con más de sesenta vacas lecheras. Como no podía ser de otra manera, el establo se convirtió en mi lugar favorito de Romeno (después de la Iglesia, claro). Ahí podía observar el ordeño mecanizado y ayudar a alimentar a las terneritas. El curadetodos sigue teniendo alma de granjero, así que ya se imaginan quien cuidará de las vacas del paraíso.
Al centro "la Rita".

Ella canta sola.
Creo que todos han oído cantar al grupo español "Ella baila sola", pues en Romeno está "Ella canta sola". Resulta que en la primera Misa en Romeno nos pegamos una sorpresa. Como era Misa de martes por la mañana, no había coro. En la Iglesia estaba un grupo de unos quince ciudadanos de oro (entiéndase de la tercera edad). Cuando sucede así, por lo regular, la Misa se celebra sin cantos. Ya resignado a esa posibilidad me sorprende el canto templado y agudo de una ancianita, la más pequeñita. Parecía que estaba de rodillas todo el tiempo, luego me dí cuenta que era pequeñita. Ella sin tapujos, ni pudor ninguno cantó durante toda la Misa, sola y a voz en cuello. Más tarde ese mismo día descubrimos que también somos parientes, pues la mamá de "la Rita" (como la conocen por allá) era una Piechestein. Así que por ahí nos viene el dote del canto o el de la desvergüenza, decidan ustedes.

Todavía quedan anécdotas que compartir, pero ya será en otro informe. Les agradezco todas las felicitaciones que ya me han hecho llegar por mi aniversario de ordenación sacerdotal. Bajo el patrocinio de la Virgen del Carmen he cumplido once años de ministerio y lo agradezco al Señor. Los abrazo con gratitud y amor.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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martes, 12 de julio de 2011

De la tierra al Cielo XXXXVII - El abrazo "Refugio".

Una de las manifestaciones de afecto más extendida en el mundo es el abrazo. Ya hemos compartido la celebración mundial del día del “Abrazo Gratis” que inició en Australia y que ahora se celebra en los cinco continentes, cada vez en mayor número de países y ciudades. Cabe recalcar que existen muchos motivos para abrazar y podríamos decir también, muchos tipos de abrazos. Hoy quisiera referirme a un tipo, quizás el que aprendimos a dar primero. Yo lo llamo el abrazo-refugio.

Seguramente habrán notado que quienes abrazan con mayor frecuencia y naturalidad son los niños. Desde bebés se han acostumbrado a ser abrazados, por lo tanto apenas pueden maniobrar sus brazos y apretarlos en torno al cuello de sus padres, lo hacen con entusiasmo. Es común que cargados por personas mayores se queden dormidos, casi siempre apoyando la cabeza en el hombro de quien les sostiene.

La imagen es bastante clara. En éste tipo de abrazo uno es el que acoge y sostiene, mientras el otro encuentra refugio. Es un abrazo muy común en momentos de dolor, cuando se necesita consuelo y se debe llorar. La otra persona se convierte en un apoyo y el hombro el espacio para reposar la cabeza.

Muchas personas tienden a mantener la misma manera de abrazar durante toda la vida. Cuando se acercan al otro para abrazarlo colocan la cabeza en su hombro. De alguna manera se evoca el abrazo que se acostumbraba a compartir en la primera infancia.

Me atrevería a pensar que será así el abrazo que compartiremos con el Señor el día en que nos reciba en su Reino. Él nos acogerá y abrazará con energía, mientras nosotros dejaremos descansar nuestra cabeza sobre su hombro, mientras escapan de nuestros ojos algunas lágrimas de gozo y en los labios se nos dibuja una sonrisa.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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domingo, 10 de julio de 2011

Reflexionando el Evangelio: Amando al Sembrador - XV Domingo del Tiempo Ordinario

Queridos Hermanos:

En la parábola del sembrador los papeles los ha explicado muy bien Jesús: Dios es el sembrador y su Palabra la semilla, mientras nosotros somos la tierra que ha de recibir la semilla. Estoy seguro que todos ustedes son tierra buena, que acoge la semilla y que produce fruto, pero hay que tener presente que cuenta la cantidad de fruto.
Nuestro Señor, tanto cuando cuenta la parábola como cuando la explica, deja en claro que el fruto podrá ser del treinta, del sesenta o del ciento por uno. Es seguro que mientras mayor sea el fruto, mayor será la alegría del sembrador. No me puedo imaginar a un sembrador que no guarde grandes espectativas con respecto a la cosecha, es lógico desear ver los frutos del esfuerzo.

No sería lógico imaginar un cristiano que se contente con fructificar sólo el treinta y se cruce de brazos. El amor no pone límites jamás y ésta no puede ser la excepción. La santidad es la búsqueda incansable de producir cada vez más frutos. El fruto que produce la semilla de la Palabra es el amor a Dios y a los hermanos.

Hoy el Señor nos invita a aumentar el porcentaje de nuestra producción. Si hemos producido el treinta nos toca llegar al sesenta, luego al ciento y así sucesivamente. Jamás podremos empatar con Dios, su amor es infinito y nos lo demuestra cada día. Sabiendo que no podremos jamás pagarle tanta bondad, hemos de esforzarnos por hacer crecer nuestro amor todo lo que nos sea posible en el tiempo que tengamos de vida. De eso se trata el amor, de hacer feliz al ser amado. Nuestro sembrador será más feliz mientras mayor sea la cosecha, así que manos a la obra.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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viernes, 8 de julio de 2011

El origen de los Piechestein, el valle de Non.

De la tierra al Cielo XXXVII - El rayo en la tormenta.

Es impresionante como aún la tormenta desatada en medio de la noche más oscura, se transforma con la luz de un solo rayo. De golpe y aunque sea por un instante, toda la oscuridad se ilumina y lo que era tinieblas, permitiendo apreciar todo lo que antes era imperceptible a nuestros ojos.

Es muy difícil aceptar la posibilidad de que haya belleza en el sufrimiento, o paz en medio del conflicto, pero la verdad es que es muy posible. Hay momentos y situaciones en la vida que nos envuelven en la oscuridad de la tristeza, de la nostalgia y hasta de la autocompasión. Y aunque a simple vista no se aprecia nada, casi siempre y como un relámpago, aparece algo o alguien que nos ilumina, aunque sea por un instante. Y es ese preciso instante el que nos ayuda a comprender y hasta a apreciar la circunstancia adversa o la crisis.

Dios nunca nos prometió una vida fácil y menos cómoda. También es cierto que Él no disfruta con el sufrimiento de nadie, pero siendo que vivimos en un mundo donde todavía campea el pecado, no podemos pretender más de lo que ésta vida puede ofrecer. Sin embargo, en medio de las tormentas que nos tocan, siempre Dios hará brillar sus rayos, esa luz que iluminará y nos descubrirá el sentido de las dificultades, la lección que hemos de aprender.

Teniendo clara ésta idea seguramente estaremos más atentos para que no se nos escapen los rayos, para aprovechar al máximo ese instante de luz. Sólo nos queda pedirle a Dios que nos haga humildes para no cerrar nuestros ojos mientras nos quejamos o renegamos de nuestra suerte. Que nos ayude a tenerlos siempre abiertos y a estar alertas para sacar el mayor provecho a nuestro rayo de luz.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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martes, 5 de julio de 2011

Reflexionando el Evangelio: La dificultad de ser cristiano - XIV Domingo del Tiempo Ordinario

Queridos hermanos:

Nadie nunca se atrevería a decir que ser auténticamente cristiano sea fácil. Creo que somos bastante conscientes que para poder serlo tenemos que luchar continuamente y las batallas más difíciles son las que libramos dentro de nosotros mismos, contra nuestras debilidades y defectos. Es eso precisamente lo que nos ha recordado San Pablo en la segunda lectura del domingo.

Mi primer director espiritual siempre me decía que ser cristiano era tan difícil como entrar a un estadio cuando todo el mundo va de salida. Podría parecer una empresa imposible, pero con Dios de nuestro lado lo podemos lograr. A eso se refiere el Señor cuando en el Evangelio nos dice que vayamos a Él los que estemos cansados y agobiados para encontrar alivio. No es que Él nos va a solucionar la vida, sino que estará a nuestro lado, es más, dentro de nosotros mismos dándonos la fuerza y la sabiduría para poder ser sus discípulos, sus instrumentos.

El Señor nos pide que carguemos con su yugo que es dulce, y su peso que es ligero. No podíamos esperar que nuestra vida fuese color de rosa, cuando en el mundo campea el pecado. Eso sí, mal haríamos en colaborar agregando nuestros pecados, dejándonos llevar por la corriente mundana. Somos nosotros los llamados a hacer la diferencia, a generar luz y a ser fermento en la masa.

Ahora el Señor nos llama  a no temer, a asumir nuestro rol en la historia, como auténticos hombres y mujeres de fe. Basta de cristianismo light, basta de buscar acomodos y conveniencias. La Iglesia necesita cristianos dispuestos a todo, hasta a derramar su sangre por el Evangelio. No podemos frenarnos por los pocos o muchos obstáculos que encontraremos en el camino. Es Jesús quien está con nosotros, por lo tanto nadie podrá contra nosotros.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
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viernes, 1 de julio de 2011

Conociendo las raíces italianas - Nonagésimo Informe Cesarial

Mis abandonados ALA:

Tengo que reconocer que los he tenido un poco abandonados en las últimas tres semanas, pero era justo y necesario dedicarles toda la atención a mis papás que hicieron un viaje tan largo para visitarme. De vacaciones no hablar, porque ni ellos ni yo logramos descansar, más bien todo lo contrario. Como dicen que “sarna con gusto no pica” haré el esfuerzo por no quejarme. Además tengo todo el mes de julio para reposarme y retomar fuerzas. Me preocupan ellos que tienen que retomar su estilo de vida habitual, con la oficina y los quehaceres ordinarios. En todo caso nos la pasamos de película.
Yolanda y Emanuela junto a mis padres.

El “Flecha de Plata”
Así se llama el tren super rápido que nos llevaría hasta Trento, al encuentro de nuestros parientes italianos. Yo había mantenido contacto vía email con Emanuela, nuestra prima. Ella y su mamá Yolanda serían nuestros últimos parientes en este país o por lo menos eso pensábamos nosotros. Al llegar a la estación nos salió al encuentro con una sonrisa, pues con la ayuda de las fotos que habíamos intercambiado ya nos “conocíamos de vista”. Dicen que la sangre llama a la sangre y creo que este podría ser el caso porque a partir de aquel momento pasamos de ser extraños a ser familia.

A millares surgir
Nuestro destino era un pequeño pueblo (1.200 habitantes) en el valle de Non. Su nombre es Romeno. Allí nació mi bisabuelo Eugenio Piechestein y su padre y el padre de su padre … desde 1.777. Lo supimos cuando encontramos en la parroquia el árbol genealógico. Y es que la familia se nos agrandó de golpe. Acá no es costumbre usar los dos apellidos, pues el segundo ni se menciona. Pero resultó que el clán de los “Piechestein” es bastante numeroso. No es cosa de exagerar, pero en cada esquina nos salía un primo. Y es que siendo tan pequeño el pueblo, la parentela se hacía estrecha. Y como dice el himno nacional nos aparecieron “a millares surgir” los parientes.

La última rama que subsiste.
A pesar de ser tantos, todos llevan el Piechestein escondido, es decir como un segundo apellido. La última que lo lleva es Yolanda. Confirmado por el árbol genealógico quedamos solamente los Piechestein ecuatorianos y los argentinos. Por lo tanto la responsabilidad de sacarlo adelante es de los varones jóvenes de la familia (conmigo no se puede contar por obvias razones). Queda en Maximiliano (Argentina) y Ernesto, Roberto, Matías y Nicolás (Ecuador) la misión de preservar el apellido de la extinción.
Una vista de Romeno

Un valle de ensueño
No sólo que todo la parentela nos trató como a reyes, consintiendo hasta en los más pequeños detalles, sino que el valle era un lugar extraordinario. Cada rincón era una postal, cada detalle estaba bien cuidado, embellecido, ordenado y limpio. Pueden pensar que soy exagerado, pero no había un lugar feo para posar la mirada, todo era digno de los mejores adjetivos. Rodeado por las montañas vestidas de bosques de altos pinos, tupidísimos, Romeno se alza entre grandes cultivos de manzanos y prados verdes. Las casa, antiguas y nuevas, conservan un estilo similar que da al pueblito una estética sinfónica. Jardines, tejados, calles y plazas, hasta los pilos de leña, todo acomodado de tal manera que parecía obra de un solo decorador. Eso unido al cariño que nos brindaron nos hizo pasar los mejores días de éstas vacaciones. De verdad que nos costó dejarlos. Yo ya me puse fecha para regresar y mi papá también. Será lo que Dios disponga.

Creo que ya se alargó mucho el informe, habrá que dejar algo para la próxima semana. Les deseo un mes de julio lleno de alegría. Recuerden que hoy se celebra junto a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la jornada por la santificación de los sacerdotes. Recen por todos los que nos hemos consagrado a Cristo y a la Iglesia.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

Unete a ésta gran fiesta de la juventud católica !!!