Queridos hermanos:
Nadie nunca se atrevería a decir que ser auténticamente cristiano sea fácil. Creo que somos bastante conscientes que para poder serlo tenemos que luchar continuamente y las batallas más difíciles son las que libramos dentro de nosotros mismos, contra nuestras debilidades y defectos. Es eso precisamente lo que nos ha recordado San Pablo en la segunda lectura del domingo.
Mi primer director espiritual siempre me decía que ser cristiano era tan difícil como entrar a un estadio cuando todo el mundo va de salida. Podría parecer una empresa imposible, pero con Dios de nuestro lado lo podemos lograr. A eso se refiere el Señor cuando en el Evangelio nos dice que vayamos a Él los que estemos cansados y agobiados para encontrar alivio. No es que Él nos va a solucionar la vida, sino que estará a nuestro lado, es más, dentro de nosotros mismos dándonos la fuerza y la sabiduría para poder ser sus discípulos, sus instrumentos.
El Señor nos pide que carguemos con su yugo que es dulce, y su peso que es ligero. No podíamos esperar que nuestra vida fuese color de rosa, cuando en el mundo campea el pecado. Eso sí, mal haríamos en colaborar agregando nuestros pecados, dejándonos llevar por la corriente mundana. Somos nosotros los llamados a hacer la diferencia, a generar luz y a ser fermento en la masa.
Ahora el Señor nos llama a no temer, a asumir nuestro rol en la historia, como auténticos hombres y mujeres de fe. Basta de cristianismo light, basta de buscar acomodos y conveniencias. La Iglesia necesita cristianos dispuestos a todo, hasta a derramar su sangre por el Evangelio. No podemos frenarnos por los pocos o muchos obstáculos que encontraremos en el camino. Es Jesús quien está con nosotros, por lo tanto nadie podrá contra nosotros.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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