Queridos Hermanos:
En la parábola del trigo y la cizaña sorprende un poco el hecho de que el Señor prefiera dejarlas crecer juntas. Normalmente quien cultiva un jardín o un campo procura siempre arrancar las malas hierbas antes de que crezcan y compitan con las plantas que uno ha sembrado. La actitud de nuestro Sembrador es más bien singular y seguramente tiene un significado que hay que tener en cuenta.
Jesús nos dice que el día de la cosecha, cuando finalmente serán recogidos tanto el trigo como la cizaña, será el día del Juicio. Mientras el trigo irá sus graneros (Reino de los Cielos), la cizaña será quemada (infierno).
Seguramente el detalle de dejar que la cizaña crezca junto al trigo nos debe de llevar a reflexionar sobre la misericordia y la esperanza de Dios. No estamos hablando de plantas sino de almas y mientras en un jardín una mala hierba nunca dejará de serlo, en la vida espiritual ese cambio si que se puede dar.
Dicen que “Mientras haya vida, hay esperanza” y es cierto que Dios espera. El confía en que todos pondremos de nuestra parte para acercarnos a Él, no pierde la esperanza que aún los más endurecidos pecadores puedan experimentar su amor y convertirse. Y es por eso que esperará hasta el último momento, dejando que crezcan juntos trigo y cizaña.
La misericordia de Dios es infinita, pero nuestra vida en éste mundo no. Hemos de ayudarnos mutuamente a recordarlo y así procurar ser trigo y no cizaña. La parábola nos recuerda que somos responsables de nuestra propia salvación y también corresponsables de la salvación del mundo.
Hoy Jesús también nos invita a dejar de lado los prejuicios, a no condenar a nadie por más malo que nos parezca. No podemos perder la esperanza, la gracia hace milagros y hay muchos santos que primero fueron grandes pecadores (Santa María Magdalena, San Agustín). Aprendamos de nuestro Sembrador, misericordioso y lleno de esperanza.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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