"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

miércoles, 14 de agosto de 2013

De la tierra al Cielo LXXXXI - Ni vegetes, ni vejetes



Cada ser tiene un objetivo en la vida. Dice la Palabra que, la piedra con ser la piedra guarda en su interior una chispa y puede, por lo tanto, chocando con otra piedra, iniciar el fuego. Las plantas, aunque las veamos muy quietitas en su puesto, producen hojas, producen frutos y nos regalan con sombra y además nos purifican el aire. Y aunque alguien pueda decir que están sólo vegetando, en realidad hacen y mucho.



Nuestros abuelos son siempre un tesoro, nos lo ha recordado recientemente el Papa Francisco. Me gusta como les llaman en algunos países: ciudadanos de oro. Aunque es verdad que sus movimientos y reflejos ya no son los mismos de antes, sus mentes son más ricas que nunca. Tienen mucho más que dar que algunos jóvenes, a quienes aún con pocos años, ya les podríamos llamar vejetes.

Por eso hoy dirijo mi reflexión a ellos, a los jóvenes del tercer milenio. Esa nueva generación digital, llena de oportunidades y bien globalizada. Muchachos: no vegeten ni sean vejetes. Basta de pasarse horas y horas como planta en maceta, porque no les van a salir raíces ni hojas y no es de esa forma que los humanos producimos frutos. No se desanimen ni depriman por las dificultades, no es algo que sólo les haya tocado a ustedes. Repasen un poco la historia y verán que en todas las épocas han existido luchas que pelear y obstáculos que vencer. No se crucen de brazos a lamentarse, no se pongan a renegar como vejetes y aprendan de los ancianos, que aún con el peso de los años a cuestas, siguen caminando.

Juventud, divino tesoro, don de Dios que dura poco y que se nos brinda para servir. Que esas fuerzas de que hoy gozan no se desperdicien en un sofá. ¡Arriba ese ánimo y a desgastarse por Cristo!

Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos … ustedes

lunes, 12 de agosto de 2013

Destruir a Dios - Sin Pelos en la Lengua



Varias han sido las ideologías (siempre con tendencia de izquierda) que han querido destruir la relación del pueblo al que afirmaban servir, con Dios. Han hecho de todo, desde destruir templos hasta masacrar ministros y fieles. El odio a la religión y su deseo desmedido de poder, les ha llevado a caer en la más antigua de las tentaciones: “querer ser como dioses”. Recordemos que fue en con ese deseo que cayó Lucifer y así tentó también a nuestros primeros padres.


Nuestro querido Ecuador, país al que solía reconocerse como un oasis de paz, vive desde hace varios años en medio de una persecución constante a todo lo que tenga que ver con espiritualidad. Al parecer existen líderes convencidos de que los seres humanos carecemos de alma. Los frentes de ataque, en mi opinión, son dos: destruir la convivencia y destruir la religión. Cuando se trata de “hablar serio” lo que se promueve es la promiscuidad y cuando se quiere “igualar” el matrimonio, lo que se busca es destruir la familia. Lo que no saben los promotores de semejante desatino, es que muchos antes que ellos intentaron lo mismo y fracasaron.

Me quisiera remitir a dos grandes ejemplos: Rusia y México. En ambos países lucharon por décadas para destruir la fe y como siempre, la fe salió avante y más fortalecida. Quizás esos que quitan imágenes de los hospitales o transforman capillas en dormitorios, deberían estudiar un poco de historia universal. Lo mismo tendría que decir a quienes derrumban las capillas de los centros de privación de la libertad (como les llaman ahora) o quienes impiden la evangelización de los que ahí residen.

No puedo sino sentir una gran compasión por aquellos enfermos que ahora no tendrán donde suplicar por su salud o dar gracias por su recuperación. Me preocupan los presos que pasarán sus años de reclusión sin poder participar de la Santa Misa, sin confesarse o comulgar, sin la ayuda espiritual que les ayude a transformar sus vidas. Lo que puedo asegurarles es que oraremos para que esta ola de odio a la religión pase tan rápido como surgió, porque las ideologías pasan, pero Cristo no pasará.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes