Me impresionó la declaración de una mujer que
respondió en una entrevista en la que le preguntaron cómo se sentía con
respecto a la renuncia de Benedicto XVI al papado. Ella dijo “Un padre no puede
renunciar a ser padre” y créanme que estoy muy de acuerdo con ella.

Benedicto XVI no renuncia a ser nuestro padre,
siempre seremos sus hijos. Ha entregado a la Iglesia todas sus fuerzas, su vigor
y sus conocimientos. Se ha desgastado tanto que ya no le quedan fuerzas
físicas. Nosotros hemos sido nutridos y hemos crecido a la sombra de su papado.
Consciente de las necesidades que tienen sus hijos, decidió cuidarnos de la
única manera en que puede seguirlo haciendo: con la oración.
Un padre nunca renuncia a ser padre, pero cambia su
modo de ejercer la paternidad que Dios mismo le ha confiado. Toca a los hijos
comprenderlo y reconocer todos los méritos de un padre bueno. Hoy agradezco a
Dios por el testimonio de humildad de un Apóstol, tan grande como humilde.
Hasta el Cielo.