"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

domingo, 15 de abril de 2012

Reflexionando el Evangelio: Fe, amor, perdón - Domingo de la Misericordia

Queridos Hermanos:

Comienzo pidiéndoles disculpas por no haber publicado nada últimamente. Me imagino que comprenderán que no ha sido por irresponsabilidad sino por todos los compromisos de la Semana Santa. Espero que hayan celebrado con mucho gozo la Pascua del Señor.

Hoy celebramos el domingo de la Misericordia. En el Evangelio se nos narra el momento en que Jesús resucitado da a las Apóstoles la facultad de perdonar los pecados en su nombre, es decir, que el perdón que Cristo alcanzó en la Cruz nos llega a través de sus ministros y el Sacramento de la Confesión. Frente a ese hecho nos surge espontánea la pregunta: ¿somos realmente conscientes de la misericordia y del amor del Señor?

Santo Tomás quería pruebas, evidencias, para creer en la Resurrección del Señor. Su fe era condicionada, no le eran suficientes los testimonios de sus compañeros. San Juan, en la segunda lectura, nos recuerda la relación que existe entre la fe y el amor, el amor y la fidelidad a los mandamientos. Estos puntos nos tienen que ayudar a tejer la idea que hoy Jesús nos propone.

En nuestra sociedad contemporánea vemos que el sentido de pecado se va perdiendo. No se tiene interés de ser perdonado simplemente porque no se siente, ni dolor ni pena por el mal cometido. Y es que muchos creen en Jesús, pero no basta con creer, es necesario amar. Quien ama siente el dolor de la distancia. Quien ama, cuando ofende al ser amado, se siente mal, adolorido, triste. Es natural que sienta la necesidad de reconciliarse, de volver a la comunión con el amigo. La fe nos hace creer y confiar en Jesús, el amor es el que nos une a Él. Cuando quien ama a Cristo peca, siente el dolor de haberse alejado de Dios y necesita ser perdonado. Quien no ama permanece indiferente.

Por amor, Jesucristo se sacrificó en la Cruz. Por amor ha querido dejarnos un Sacramento para que podamos reconciliarnos cuando nos hemos alejado por nuestro pecado. Por amor nos ha infundido en el Bautismo las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. A nosotros nos toca solamente corresponder a ese amor, amándolo.

Que el don de su misericordia nos haga tratarlo cada vez más como una persona, como un amigo y no sólo como “algo” espiritual o superior. Él espera de nosotros la amistad sincera, un amor que se manifieste a diario en detalles, en afecto real. Nos espera en el Sagrario, en los hermanos, en la Cruz.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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