"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

martes, 19 de febrero de 2013

De la tierra al Cielo LXXXV - Por la plata baila el mono



Hoy escuchaba aquella canción “Don dinero”, que repite la frase “Por la plata baila el mono” y me quedaba pensando que, aunque no es ético obrar pensando que el dinero es la única o la mayor motivación, muchos no conocen otra. Es triste reconocerlo, pero es tan real que no podemos dejar de reconocerlo.

El dinero es necesario, negarlo sería absurdo, sin embargo no podemos conformarnos pensando que trabajamos, estudiamos, realizamos nuestras labores cotidianas, con la sola motivación de recibir una compensación económica. Hay muchas otras motivaciones, mucho más nobles, que nos tendrían que motivar.

En mi juventud (y lo agradeceré toda la vida) se me enseñó que había que servir por amor a Dios, por amor al prójimo, servir sabiendo que la principal recompensa no es la monetaria, sino la felicidad del otro. Trabajar sin fines de lucro no significa que uno no recibe un salario justo por su trabajo, sino que la principal razón para trabajar no es el dinero sino el servir.

Parecería una distinción teórica, que no tiene mayor impacto en la realidad, pero créanme que no es así. Cuando se trabaja sólo por el sueldo, es fácil caer en la tentación del mínimo esfuerzo o en la instrumentalización de las personas. La colaboración con los compañeros es casi nula, porque el ambiente de trabajo es siempre competitivo y el de al lado, lejos de ser un amigo, es un rival. Otra tentación es la apatía, el aburrimiento y como consecuencia, la mediocridad.

Cuando se trabaja para servir, la entrega, la alegría y el mayor esfuerzo vienen naturalmente. La mejor paga es la satisfacción del deber bien cumplido y comprobar que se ha colaborado al bien común. Un mundo mejor se construye a través del trabajo de todos, pero pensar que un empleo es un “mal necesario” sólo para ganar dinero, empobrece y demora la marcha del motor social.

Servir amando, de eso se trata.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos … ustedes

2 comentarios:

  1. Padre Cesar, su articulo me ha traido a la memoria los 25 anos que servi en un establecimiento educativo publico, ubicado en una zona urbano-marginal, al pasar el umbral del colegio, todos mis problemas quedaban atras, iba con la optima predisposicion de entregarme por entero a mis alumnos en edad puber y adolescencia.Hice de mi catedra,Literatura, un espacio para combinar la vida del autor y su obra, con un compartir con los jovenes. No tuve el suficiente poder de persuacion para contagiar a mis companer@s, que no antepusieran sus interes personales en su trabajo, por mas argumentos validos que les diera. Ahora me queda el mas bello recuerdo de esas bodas de plata laborales, y la gratitud de los jovenes que estuvieron a mi cargo, ahora convertidos en profesionales,padres y madres de familia, que aun me buscan por este medio, pues estoy lejos de mi patria, para expresarme cuanto les ha servido mis modestas ensenanzas y que he representado una parte importante en sus vidas. No lo declaro con aspaviento, sino con humildad, agradeciendo a Dios Todopoderoso, por tan grande bendicion. Nunca considere la remuneracion mensual recibida , aunque muy necesaria,la que marcaria mi proceder profesional, en mi ser estaban plasmados estos rostros juveniles, cuyo nombre memorizaba, hasta el ultimo ano que estuve en ejercicio.

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  2. Muchas veces Padre, ese sentido de competencia se da cuando en un ambiente laboral se cuelgan cuadros del número de horas que permanece los trabajadores dentro de la oficina, luego de marcar su entrada. En las industrias lo hacen por producción, eso tiene mucho más sentido. Si un trabajador marca 39 o 40 horas y otro marca 45 horas crea competencia desleal, ya que generalmente a nivel de oficinas, el sueldo que perciben los oficinistas no es por horas trabajada, sino por un sueldo fijo. Sin embargo los seres humanos somos así. Somos prontos a juzgar al resto, sin medir el entorno. Pero eso también lo juzga Dios Padre Omnipresente. Es necesario recordar que con la misma vara que midamos a nuestro prójimo, seremos medidos(Mt.7,2). Porque como dice Santiago 4, 12 "Sólo hay un dador de la ley y juez, que es poderoso para salvar y para destruir; pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo?"

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