Queridos Hermanos:
Dios Padre hace escuchar su voz, con un imperativo fortísimo: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. No basta con amarlo, no basta con darle culto, el Padre nos manda escucharlo. Creo que a partir de ese mandato tendríamos que desarrollar nuestra reflexión de hoy.
El objetivo que debe perseguir todo cristiano, todo discípulo de Cristo es entrar en comunión con Él. El camino de la vida cristiana es precisamente una profundización de la comunión con Dios. Un camino que nos tiene que llevar a pensar y sentir como Jesús, a que nuestro corazón sea semejante al suyo, a que nuestra voluntad se acomode completamente a la suya. Sin embargo para que haya comunión hemos de empezar con la comunicación.
Para que exista comunicación real entre dos personas, es necesario el diálogo. Si es uno sólo el que habla, obligando al otro sólo a escuchar, allí no hay comunicación sino un monólogo. Existen muchos que piensan que los cristianos hablamos con Dios, pero que Él no nos habla. Casi que tienen la idea de que nos falla algún “tornillo”, porque según ellos hablamos solos. Creo que están equivocados, aunque en algún caso podría suceder como dicen ellos.
Nuestra oración no puede ser una exposición de nuestras necesidades (que sabemos perfectamente Dios conoce mejor que nosotros mismos), ni tampoco una lista de peticiones. Nuestra oración debe ser, antes que nada, un tiempo que dedicamos a Dios, a estar con Él. Es el momento del día en el que ponemos nuestros cinco sentidos en actitud de escucha, porque queremos comunicarnos con nuestro Padre.
Y Dios no se limita sólo a escucharnos, nos habla siempre. Su palabra no llega al oído, sino al alma y la toca, la levanta, la mueve a hacer el bien. Y si a nuestro momento de oración le agregamos la lectura de la Biblia, sobre todo de un pasaje del Evangelio, encontraremos ahí lo que nos quiere decir. Él no se queda callado, se manifiesta tan claramente como a los Apóstoles en el Tabor. Pero es necesario querer escucharlo.
Por eso es que el Padre nos manda escuchar a su Hijo, sólo así podremos lograr la comunión con Él. Nos invita a hablarle y a descubrir lo que nos quiere decir a través de su Palabra escrita, a través de lo que el Espíritu Santo que habita en nosotros le dirá a nuestra alma. Dios no se esconde, Dios no es mudo, Él habla y quiere ser escuchado. Comencemos a darnos el tiempo para estar con Él.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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