Cada día nos presenta nuevos desafíos, dilemas y
problemas, exigiendo de muestra parte respuestas y decisiones. Muchas veces ante
las dudas, recurrimos a alguien que nos pueda aconsejar y, de seguro, es algo
muy sensato hacerlo. Sin embargo hay que tener cuidado porque el ansia de
encontrar respuestas nos puede empujar a buscar consejo en el lugar incorrecto,
agravando nuestros problemas y creando nuevos. Revistas, servicios telefónicos,
sitios online y todo un conjunto de medios “anónimos” y muchas veces poco
confiables nos pueden tentar con sus fórmulas de solución instantánea,
haciéndonos creer que resolveremos todo con una receta infalible.
Ante los problemas cotidianos lo primero que se debe
hacer es mantener la calma, porque se piensa mejor con “cabeza fría”. Los que
tenemos fe y sabemos que Dios es todopoderoso nos dirigimos a Él y sabemos que
su Espíritu nos llevará por el camino mejor. Con paciencia y prudencia, junto
al buen consejo de una persona sabia se puede ir resolviendo de a poco
cualquier situación.
Pero el objetivo de ésta reflexión no es
precisamente dar un consejo, sino hacer una aclaración. A veces, precisamente
por lo complicado del mundo actual, muchos buscan las soluciones a sus
problemas cotidianos en la Iglesia. Quiero ser más claro, no sea que me
explique mal. Es bueno buscar consejo en la Iglesia, confiar en un sacerdote o
un laico maduro y bien formado, pero la Iglesia es mucho más que un centro de
consejería.
La misión de la Iglesia es la salvación de las almas
y lo hace anunciando el Evangelio y administrando los Sacramentos. Es decir que
dedica todos sus esfuerzos a transmitir la Buena Nueva, los buenos consejos son
sólo una guía, una ayuda.
Mañana, cuando te lleguen los líos diarios, piensa
en la Iglesia como madre y maestra. La
madre no sólo da buenos consejos, te brinda toda su sabiduría en todo momento,
te alimenta con su Eucaristía, te sostiene a través de los hermanos en la fe y
la oración. En fin, procura mucho más que la solución de tus problemas, la solución
de tu vida, tu felicidad.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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