Muchos
tenemos la costumbre de acumular cosas. Puede ser por el simple hecho de
conservar junto con ellas algún recuerdo o pensando en que más adelante nos
podrían ser necesarias otra vez. Con el tiempo podemos llenar la casa y alguna
bodega con objetos de dudoso valor, que al final se llenan de polvo y hasta se
dañan, pero que nos cuesta mucho botar.
Algo
parecido nos puede suceder con las personas. A lo largo de nuestra vida podemos
cambiar de lugar o de ambiente y cada cambio significa conocer nuevas personas,
cultivar nuevas relaciones y establecer nuevos vínculos. Lógicamente con las
personas no podemos hacer lo que hacemos con las cosas. Las personas no se
embodegan, ni se archivan, no podemos reciclarlas, ni dejar en “stand by”
nuestros vínculos.
El
amor se cultiva y se renueva, todos lo sabemos aunque a veces parezca que lo
olvidamos. Es humanamente imposible dedicarles a todas las personas que
llevamos en el corazón todo el tiempo que quisiéramos, pero sí podemos hacerles
sentir nuestro afecto de vez en cuando. No voy a hacer una lista de las maneras
porque eso corre por cuenta del ingenio de cada quien.
Lo
que quiero afirmar hoy es que no existen amores en “desuso”. Un vínculo
auténtico no se rompe fácilmente, pero no es irrompible. Cada cierto tiempo,
con cuidado y un poco de disciplina, hemos de quitar el polvo de aquellos amores
que cultivamos diariamente tiempo atrás y que hoy, debido a un cambio de
circunstancias, no tenemos la capacidad de cuidar con la misma frecuencia. De
eso depende que el vínculo se mantenga tan fuerte como lo dejamos y, aunque no
lo crean, a veces hasta más fuerte. Muchas veces la separación nos hace
descubrir detalles que antes no habíamos visto y que hacen crecer el vínculo.
Así
que a poner manos a la obra, un buen plumero o un trapito húmedo y a desempolvar
nuestros amores en “desuso”. Recuerden que las antigüedades y los modelos “clásicos”
son siempre de gran valor.
Hasta
el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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