"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

sábado, 3 de septiembre de 2011

El mejor momento de la JMJ - Nonagésimo Quinto Informe Cesarial

Mis gentilísimos ALA:

Los últimos eventos de la JMJ fueron los más significativos. Es verdad que tuvieron que organizar una infinidad de cosas para poder atender a una masa tan numerosa, sin embargo la organización fue lo suficientemente capaz de poder con todos. Y aunque cada momento fue memorable, todos esperábamos la vigilia y Misa en el aeropuerto de “Cuatro Vientos”. Iba a ser el evento cumbre de la jornada, siempre en compañía del Papa Benedicto.

Todos a 4 vientos.
Hasta videos en Youtube colgaron para indicarnos la manera más fácil de llegar hasta el aeródromo que tendría que albergar casi dos millones de personas, y que al final se quedó corto, ya que más de 200.000 tuvieron que regresar a su casa para poder verlo por televisión. Hasta un estadio cercano fue prestado para acoger a muchos que no pudieron entrar. Yo no estaba tan convencido de ir a la vigilia. No había logrado encontrar un grupo al cual integrarme y el calor de aquel día era sofocante. Al final me pude poner en contacto con Cristina Franco que estaba ya en “Cuatro Vientos” (desde las seis de la mañana), acompañada de algunos peregrinos ecuatorianos. Así que no teniendo más pretextos que justificaran mi ausencia, agarré lo que me pudiera servir (3 litros de agua) y marché con destino al aeropuerto. A medida que me acercaba se me unían otros peregrinos. Era como una fila de hormigas que a medida que se acercaba al hormiguero se volvía más grande. En el metro y a pesar del calor humano y el “olor de humanidad”, todo era risas y cantos. Al llegar a la última estación, no cabía un alfiler.

El campamento ecuatoriano.
Una vez cruzada la puerta (sin hacer fila porque tenía mi carnet de voluntario) comencé la ingrata búsqueda de mis compatriotas. El aeródromo estaba divido en parcelas y la nuestra era la E1. Aquello era una mezcla extraña entre un campo de refugiados, una playa y una fiesta de pueblo. Gente que iba y venía, con agua o con comida. Otros acostados durmiendo al sol, como en la playa. Algunos debajo de improvisadas carpas, durmiendo una siesta o conversando. Eso sí, era un mar de gente. Por suerte y aunque tuve que caminar mucho, di pronto con mis amigos. Las indicaciones de Cristina fueron bastante exactas y el lábaro patrio ondeaba en el “campamento”. Bueno en realidad parecía un asentamiento clandestino, de esos que al inicio se llaman “pre-cooperativas”. Ahí me instalé.

Vientos si, pero también sol canicular y lluvia y rayos y truenos.
De repente y sin explicación el cielo se comenzó a nublar. Todos nos pusimos contentos porque el ambiente era más fresco. Recogimos el improvisado tendal y nos acomodamos, listos para recibir a Su Santidad. Un imprevisto brote de hormigas nos anunciaba el cambio del clima y fue así que cuando el Papa comenzó la vigilia, también comenzó a llover. Viento, rayos y truenos, tanto como para hacer que se le volara el solideo al Papa. Parecía que se nos hacía “agua la fiesta”, pero nadie se movió. Al contrario los ánimos se levantaron aún más (cosa que parecía imposible) al ver que el Papa seguía allí, dispuesto a permanecer con nosotros contra viento y marea. Cantábamos y rezábamos pidiendo que se clamara la tempestad y se nos concedió. 

Un momento inolvidable.
Y fue entonces que ocurrió lo que para mi fue el momento más grande de toda la jornada. Se expuso el Santísimo Sacramento y de repente todo se volvió silencio. Dos millones de jóvenes junto al Papa, en adoración. No parecían los mismos que minutos antes cantaban y gritaban bajo la lluvia. Fueron minutos extraordinarios, un momento de Dios y la manifestación más palpable de que eso no era sólo una fiesta juvenil, sino una celebración de la fe.

Seguramente habrán podido seguir ustedes la Santa Misa que presidió su Santidad al día siguiente, así que no es necesario que se las describa. Lo que cuenta ahora es seguir orando para que la fuerza que ahí recibimos no se extinga y sobre todo, no se quede sin frutos. La próxima será en Brasil.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes


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