Queridos Hermanos:
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Es la conclusiòn que nos deja el Evangelio de este domingo. Frente a un milagro evidente, la curaciòn de un ciego de nacimiento, los prejuicios que tenìan los fariseos con respecto a Jesùs son suficiente razòn para negar lo que era imposible de ignorar. Sin embargo sabemos por experiencia personal, que la soberbia es capaz de transformarnos en necios, dispuestos a defender hasta lo màs absurdo, con tal de salir “ganando”.
La ceguera espiritual, causada por la soberbia, sòlo puede ser superada a travès de la apertura a la acciòn de Dios en nosotros. La clave es esa docilidad, porque sin ella permanecemos ciegos. El ciego de nacimiento no sabìa desde el principio quien era el hombre que lo habìa curado. En un primer momento sòlo sabia que se llamaba Jesùs. Luego afirma que es un profeta, sòlo al final cuando reencuentra al Señor y habla con Él, comprende que es el Mesìas, Dios hecho hombre y se postra a adorarlo.
La diferencia entre los fariseos y el ciego es que los primeros no estuvieron abiertos, su manera de pensar, su autosuficiencia, su soberbia, les impedìan ver la verdad; el ciego, simple y humilde, deja entrar en èl aquel mensaje que lo lleva a la fe en Cristo.
Hoy vemos cada dìa y en abundancia los frutos de la soberbia. Quizás en este momento podrìa poner como ejemplo la guerra en Costa de Marfil, donde el capricho de uno ha producido una guerra, con toda la muerte y el sufrimiento de inocentes que esa produce. El divorcio, la enemistad, la corrupciòn, la venganza, etc, son todos siempre frutos de la soberbia.
Dios nos invita hay a imitar el ejemplo del humilde ciego. No sòlo obtuvo la vista corporal, sino la màs importante, la vista espiritual. Su apertura a la acciòn y a la Palabra de Dios, le diò un giro completo a su antigua vida de mendigo. Nosotros también podemos dar ese cambio si nos dejamos guiar por Cristo. Basta nuestra disponibilidad y la sencillez de quien se quiere dejar moldear por el mejor de los artesanos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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