"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 18 de abril de 2011

Reflexionando el Evangelio: Contradicciones e incoherencias - Domingo de Ramos

Queridos Hermanos:

Hemos leído con pausa y atención la Pasión de Nuestro Señor y creo que habremos podido encontrar muchas contradicciones. Y es que solamente Jesús se mantiene siempre coherente, la unidad entre sus palabras y sus obras es evidente. Nuestra debilidad, nuestro pecado, terminan siendo la causa de nuestras incoherencias, de nuestras contradicciones.

La misma gente que recibe al Señor agitando palmas y proclamándolo como "Hijo de David", luego gritarán "Crucifícalo". Todos los apóstoles, no sólo Pedro, que en la Última Cena le habían prometido estar con Él hasta la muerte, al ver que se lo llevan preso huyen despavoridos. Cuando les pide a sus más cercanos que lo acompañen a orar, en el momento de mayor tristeza no son capaces de permanecer despiertos ni siquiera una hora. Poncio Pilatos aún sabiendo que era inocente lo condena. Como pueden ver las contradicciones se suceden una tras otra.

Sin embargo Jesús, aún con todo el dolor, el miedo y la tristeza, continua su misión. El ama al Padre y está dispuesto a todo con tal de cumplir Su voluntad. Ama a sus discípulos y a cada uno de nosotros, aún que lo dejemos abandonado. Los fariseos intentan hacerlo caer diciéndole que si es Hijo de Dios se baje de la Cruz, pero Él no se contradice. Nunca uso su poder para beneficiarse a sí mismo, y no sería esa la primera vez. Se mantuvo coherente hasta el último instante, perdonando a quienes lo sometían a semejante suplicio.

Hoy que comenzamos la Semana Santa es necesario que hagamos conciencia de nuestra debilidad, de que tantas veces hacmeos todo lo contrario de lo que decimos. Ya lo decía San Pablo "No hago el bien que quiero, sino el mal que detesto". Pero Jesús murió en la Cruz para hacer la diferencia en nuestras vidas. Ser cristiano no es una ideología, es una religión que se basa en Dios que se hizo hombre. Él asumió nuestra naturaleza humana para sanarla y hacernos capaces de la santidad. Nos ha dejado la gracia que recibimos a través de los sacramentos, para que podamos superar nuestra debilidad. La confesión nos devuelve a ella cuando la hemos perdido y sana las heridas que nos infirió el pecado. La Eucaristía, que es el mismo Cristo, nos nutre y nos asemeja a Él.

Cristo murió en la Cruz para salvarnos, para darnos la capacidad de ser mejores, de ser coherentes. Ya no somos simples pecadores pues Él nos hizo hijos de Dios, herederos del Cielo. Vivamos como lo que somos y dejemos atrás las contradicciones.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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