No es la primera vez (y seguro tampoco la última) en que me atraso en publicar el informe, sabrán disculpar. Hemos vivido en Roma unos días extraordinarios tanto antes como después de la beatificación del Papa Gigante, como lo ha reconocido el mismo Benedicto XVI. Un gigante que nos ha enseñado a amar y a no temer, a recuperar el orgullo de ser católicos. La experiencia fue tanto o más de lo que me esperaba, aunque quisiera poder contársela toda no encontraría palabras. Pero para no perder la buena costumbre de compartir, les escribo algunos momentos y sensaciones.
La Vigilia Satelital
Cuando el sábado por la tarde salí de mi casa pensé en encontrar por las calles una marea de gente. Sin embargo fue todo lo contrario. Cuando llegué a la estación del tren para recoger a Daniel, Emanuela y María Pía (mis compañeros en ésta aventura) me sorprendió que también allí hubiese poco movimiento. Al parecer la gente había pensado en prepararse con una buena siesta, así la vigilia y la ceremonia del domingo no los iba a dejar agotados. Cuando llegamos al Circo Máximo, lugar de la vigilia, pude concluir que era ahí donde estaba toooda la gente. Era impactante ver tantas velas encendidas y el ambiente entre festivo y de oración. Nos buscamos un puestito más o menos bien ubicado y nos pusimos a rezar el rosario vía satélite. Y es que era en conexión con los cinco continentes. El misterio que más me emocionó fue el que dirigió América, desde el santuario de Guadalupe.
Cuando el sábado por la tarde salí de mi casa pensé en encontrar por las calles una marea de gente. Sin embargo fue todo lo contrario. Cuando llegué a la estación del tren para recoger a Daniel, Emanuela y María Pía (mis compañeros en ésta aventura) me sorprendió que también allí hubiese poco movimiento. Al parecer la gente había pensado en prepararse con una buena siesta, así la vigilia y la ceremonia del domingo no los iba a dejar agotados. Cuando llegamos al Circo Máximo, lugar de la vigilia, pude concluir que era ahí donde estaba toooda la gente. Era impactante ver tantas velas encendidas y el ambiente entre festivo y de oración. Nos buscamos un puestito más o menos bien ubicado y nos pusimos a rezar el rosario vía satélite. Y es que era en conexión con los cinco continentes. El misterio que más me emocionó fue el que dirigió América, desde el santuario de Guadalupe.
Un confesor "todo-terreno"
Es el título que se merece el sacerdote que estaba confesando cerca de nuestro puestito. Estaba ahí de pie, muy serio, con la estola morada y su mochila a la espalda. Pero lo que más llamaba la atención era un gran cartel que decía "Confesiones" en cuatro idiomas. La verdad es que no se dejó vencer ni por la muchedumbre, ni por la oscuridad de la noche.
Es el título que se merece el sacerdote que estaba confesando cerca de nuestro puestito. Estaba ahí de pie, muy serio, con la estola morada y su mochila a la espalda. Pero lo que más llamaba la atención era un gran cartel que decía "Confesiones" en cuatro idiomas. La verdad es que no se dejó vencer ni por la muchedumbre, ni por la oscuridad de la noche.
No por mucho madrugar
Nuestro plan era estar en la vigilia hasta las once de la noche, aunque terminaba a las doce. Según nosotros así nos adelantaríamos a todos y podríamos coger buenos puestos en la Plaza San Pedro. Cuando nos dimos cuenta ya se veía una fila bastante nutrida de peregrinos que habían tenido la misma idea. Parecían esas hileras que hacen las hormigas, porque cada uno iba cargado con su mochila, su sleeping bag y hasta carpas. Nos tocó solamente unirnos a aquella procesión y resignarnos a nos ser los primeros en llegar. La sorpresa fue grande cuando llegando a las inmediaciones del Vaticano nos impidieron entrar, obligándonos a acampar en las veredas vecinas al río Tiber. Extendimos nuestros sleepings y nos acomodamos lo mejor que pudimos, pero de dormir ni hablar. Estábamos rodeados sobre todo de polacos y para ellos el ambiente era de fiesta. Cantaban, charlaban, comían pero ni pensar en dormir. A la una y media se levantó el campamento porque llegó la voz de que nos iban a dejar pasar a la Vía de la Conciliación y después a la plaza.
Daniel dormido en Plaza San Pedro mientras esperábamos la Misa. |
Horas codo a codo
La organización había sido fríamente calculada, de manera que se evitase cualquier estampida humana. Eso sí, aunque nadie empujaba con violencia, todos nos apretujamos lo más que pudimos. Nadie se imaginó que eso posición se prolongaría por más de siete horas. Si señores, siete horas de pie, hombro a hombro, sin espacio ni para sentarse. Ustedes creen que la gente se enojó? nada que ver, todo mundo conversaba, cantaba y esperaba. Nos hicimos amigos de unas monjitas francesas, de lo más simpáticas. Poco a poco avanzaba la multitud, hasta que a las ocho de la mañana pudimos por fin entrar a la plaza.
La organización había sido fríamente calculada, de manera que se evitase cualquier estampida humana. Eso sí, aunque nadie empujaba con violencia, todos nos apretujamos lo más que pudimos. Nadie se imaginó que eso posición se prolongaría por más de siete horas. Si señores, siete horas de pie, hombro a hombro, sin espacio ni para sentarse. Ustedes creen que la gente se enojó? nada que ver, todo mundo conversaba, cantaba y esperaba. Nos hicimos amigos de unas monjitas francesas, de lo más simpáticas. Poco a poco avanzaba la multitud, hasta que a las ocho de la mañana pudimos por fin entrar a la plaza.
Segundo campamento en la plaza
Allí buscamos nuestro espacio, aunque nos tuvimos que dividir en dos grupos, porque lugar para los cuatro juntos no hubo. La plaza parecía una playa de esas atestadas de gente. Cada quien tiraba su sleeping o extendía algún periódico y se estiraba a descansar. Nosotros nos acomodamos en unas sillitas plegables y mientras las chicas descansaban, nos despachamos dos buenos sánduches que venían siendo nuestro desayuno.
Allí buscamos nuestro espacio, aunque nos tuvimos que dividir en dos grupos, porque lugar para los cuatro juntos no hubo. La plaza parecía una playa de esas atestadas de gente. Cada quien tiraba su sleeping o extendía algún periódico y se estiraba a descansar. Nosotros nos acomodamos en unas sillitas plegables y mientras las chicas descansaban, nos despachamos dos buenos sánduches que venían siendo nuestro desayuno.
Y llegó el momento esperado
A las 10 en punto inició la ceremonia. El servicio meteorológico había pronosticado lluvia, pero fue una mañana espléndida. La parte más emocionante inició con la declaración de Su Santidad Benedicto XVI en la que daba a Juan Pablo II el título de beato. Apenas terminó de decirla todos empezamos a aplaudir. Fue un aplauso que según los noticieros duró once minutos. Descubrieron el retrato del nuevo beato que habían colocado en la fachada de la basílica. Para mí fue aún más emocionante la procesión que hicieron dos religiosas con la reliquia de Juan Pablo II. Es una ampolla con su sangre. Es indescriptible la expresión del rostro de Benedicto cuando se la presentaron. Ya se imaginarán que un servidor lloraba como criatura.
Creo que ésta será una experiencia que no se borrará nunca de mi memoria. Seguro que ustedes la siguieron por televisión y habrán sentido muchas emociones juntas. Todos hemos dado gracias a Dios por habernos regalado tan grande Papa y ahora podemos también encomendarnos a su intercesión. Los abrazo desde la Ciudad Eterna.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
A las 10 en punto inició la ceremonia. El servicio meteorológico había pronosticado lluvia, pero fue una mañana espléndida. La parte más emocionante inició con la declaración de Su Santidad Benedicto XVI en la que daba a Juan Pablo II el título de beato. Apenas terminó de decirla todos empezamos a aplaudir. Fue un aplauso que según los noticieros duró once minutos. Descubrieron el retrato del nuevo beato que habían colocado en la fachada de la basílica. Para mí fue aún más emocionante la procesión que hicieron dos religiosas con la reliquia de Juan Pablo II. Es una ampolla con su sangre. Es indescriptible la expresión del rostro de Benedicto cuando se la presentaron. Ya se imaginarán que un servidor lloraba como criatura.
Creo que ésta será una experiencia que no se borrará nunca de mi memoria. Seguro que ustedes la siguieron por televisión y habrán sentido muchas emociones juntas. Todos hemos dado gracias a Dios por habernos regalado tan grande Papa y ahora podemos también encomendarnos a su intercesión. Los abrazo desde la Ciudad Eterna.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
No hay comentarios:
Publicar un comentario