Creo que a todos nos llama la atención el tamaño de
las porciones de comida rápida. Los lugares que venden este tipo de productos
se especializan en “agrandar” tu combo. Ya se está promoviendo en Estados
Unidos una ley que prohíba este tipo de venta, porque inciden directamente en
el avance de la obesidad. Grasas saturadas y bebidas azucaradas no son buenas
compañeras para la salud y mucho menos si son consumidas en cantidades enormes.
Pero al parecer el gran tamaño de las porciones atrae al consumidor y lo hace
comer más, mucho más de lo necesario.
Muchas veces despreciamos una cosa por su pequeñez.
Parecería que todo lo bueno tiene que ser grande y vistoso. Quizás esa sea la
clave para aumentar el consumo de la comida chatarra. Sin embargo, creo que
todos lo hemos comprobado alguna vez, muchas cosas pequeñas, que podrían pasar
desapercibidas, son en realidad grandes tesoros.
En Ecuador veneramos a Santa Narcisa de Jesús, la
violeta del Guayas. Se ganó ese apelativo precisamente porque su vida
escondida, pequeña, guardaba una gran santidad. Desde su mesa de costura, su
presencia diaria en la Santa Misa, su labor de catequista y, sobre todo, su
penitencia ofrecida por la conversión de su pueblo, ha sido y es sostén de
nuestra Iglesia.
Recuerdo que el año de su canonización la
arquidiócesis de Guayaquil organizó un año de misión. Pude vivirlo intensamente
en mi parroquia y comprobar cómo la intercesión de esta santita hacía florecer
la vida cristiana. Fue un año record para el seminario mayor, que crecer el
número de aspirantes al sacerdocio cómo no había sucedido antes. Y todo gracias
a una mujer de nuestro pueblo que se entregó por la salvación de su pueblo.
No nos dejemos deslumbrar por las cosas grandes en
tamaño, porque las pequeñas pueden contener grandísimos tesoros. Si no me
creen, mira la Hostia de tu Sagrario. Tan pequeñita y contiene al mismo Dios,
porque es el Cuerpo de Cristo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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