Dicen que àrbol que crece torcido nunca su
tronco endereza, y aunque sea verdad para las plantas no lo es para los seres
humanos. Sabemos que las posibilidades de cambiar, aunque no sean infinitas
porque terminan con la muerte, son muchìsimas y, por lo tanto, no podemos
pensar que una persona esté determinada de
manera absoluta.
Cuando sembramos un árbol, lo común es que debido a la flexibilidad del tronco jóven, se tenga que colocar a su lado una vara recta a la cual se ata al arbolito. El objetivo de la operación es lograr que el tronco se mantenga derecho, hasta que alcance la firmeza necesaria. Es la única manera de que el nuevo árbol no se tuerza.
Algo parecido sucede también en la vida de cada ser humano. Nadie nace sabiendo. Los principios, criterios, capacidad de juzgar y elegir lo correcto, son cosas que se van aprendiendo a lo largo de la vida. Necesitamos de personas "rectas" a las que nos podamos "atar", que con su ejemplo y buenos consejos nos ayuden a madurar. Lastimosamente, una sociedad que hipervalora la independencia, el individualismo, el subjetivismo y la moral "light", rechaza cada vez màs la posibilidad de contar con alguien que te enseñe el camino correcto.
La Iglesia, madre y maestra, ha siempre considerado vàlida esa manera de aprender. Y en todas las èpocas ha propuesto y sigue proponiendo como ejemplos a seguir, a quienes siguieron en su vida el ejemplo de Cristo. Los santos son como la vara atada al àrbol joven. Nos ayudan a crecer derechitos. Su vida es la prueba de que sì se puede seguir al Señor. Sus escritos son tesoros de vida interior traducidos en palabras. Su entercesiòn es una ayuda costante en el camino que aùn nos resta por recorrer en el mundo.
Agradezcamos a quienes nos ayudan a madurar, a crecer rectos y correctos. Quizàs al àrbol le parecerìa màs còmodo si no lo ataran a la vara, pero al final sufrirìa las consecuencias de crecer torcido. Invoquemos y aprendamos de los santos, que son nuestros hermanos mayores. Que las cosas de la tierra no nos distraigan de la meta que està en el Cielo.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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