Si de las veinticuatro horas del día, dormimos aproximadamente ocho, resulta que un tercio de nuestra vida nos la pasamos durmiendo. Esto no se puede cambiar, pues necesitamos el descanso físico para poder seguir trabajando. Lo grave sería dormir más de lo realmente necesario o vivir dormidos.
Leyendo algunos pensamientos de San Ignacio de Loyola, me llamó la atención que hablara de gente que vive como en un sueño, como que van por la vida durmiendo. Y si nos ponemos a pensar, pasa hoy en día, lo mismo que pasaba en aquel entonces. Si nos descuidamos, se nos escapa la vida de las manos y tantas cosas que a diario nos ocupan, nos van adormeciendo. No se trata de cosas malas o negativas, simplemente que nuestra labor cotidiana, por muy buena que sea, se nos puede convertir en un somnífero. El trabajo, el estudio, las preocupaciones familiares, los asuntos económicos, nuestros proyectos futuros, etc, todo si no estamos en sintonía con Dios y con nosotros mismos, se vuelve monótono, mecánico, rutinario. Es como que perdemos la sal de la vida. Nos olvidamos de nuestra razón de ser, del sentido de nuestra vida.
Hay que despertarse y mantenerse despierto, porque sino nos perdemos lo mejor de nuestra existencia. La vida es para vivirla plenamente, conscientemente, valorando cada momento en sí mismo. Cada emoción, cada sentimiento (inclusive los dolorosos o tristes) merecen ser vividos en totalidad.
Hoy te invito a despertar, si es que aún estás dormido. Abre los ojos y el corazón a Dios, que El te enseñará a vivir conscientemente, a saborear la vida toda. Y si ya despertaste mira a tu alrededor y ayuda a tantos que aún duermen a descubrir la vida sin temores, a recordar que cada día es irrepetible y es un regalo de Dios.
Hasta el Cielo.
Leyendo algunos pensamientos de San Ignacio de Loyola, me llamó la atención que hablara de gente que vive como en un sueño, como que van por la vida durmiendo. Y si nos ponemos a pensar, pasa hoy en día, lo mismo que pasaba en aquel entonces. Si nos descuidamos, se nos escapa la vida de las manos y tantas cosas que a diario nos ocupan, nos van adormeciendo. No se trata de cosas malas o negativas, simplemente que nuestra labor cotidiana, por muy buena que sea, se nos puede convertir en un somnífero. El trabajo, el estudio, las preocupaciones familiares, los asuntos económicos, nuestros proyectos futuros, etc, todo si no estamos en sintonía con Dios y con nosotros mismos, se vuelve monótono, mecánico, rutinario. Es como que perdemos la sal de la vida. Nos olvidamos de nuestra razón de ser, del sentido de nuestra vida.
Hay que despertarse y mantenerse despierto, porque sino nos perdemos lo mejor de nuestra existencia. La vida es para vivirla plenamente, conscientemente, valorando cada momento en sí mismo. Cada emoción, cada sentimiento (inclusive los dolorosos o tristes) merecen ser vividos en totalidad.
Hoy te invito a despertar, si es que aún estás dormido. Abre los ojos y el corazón a Dios, que El te enseñará a vivir conscientemente, a saborear la vida toda. Y si ya despertaste mira a tu alrededor y ayuda a tantos que aún duermen a descubrir la vida sin temores, a recordar que cada día es irrepetible y es un regalo de Dios.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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