"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 8 de febrero de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo V del Tiempo Ordinario


Queridos Hermanos:


La reflexión de la Palabra de este domingo tiene como claves la generosidad y la obediencia. Vemos en el Evangelio como Pedro, después de estar trabajando toda la noche, está dispuesto a prestarle su ayuda y su barca a Jesús para que pudiera hacerse escuchar de la muchedumbre. Esta es la prueba de su generosidad. Luego, es obediente cuando el Señor le manda vogar mar adentro y volver a echar las redes que ya habían lavado y recogido. Como premio a su generosidad recibe una pesca abundantísima, milagrosa, y como premio a su obediencia recibe una nueva misión, una nueva razón de ser : Pescador de Hombres.

Esta es la misma generosidad y obediencia que vemos en Isaías en la primera lectura y la misma que San Pablo muestra en la segunda. Todos los hombre y mujeres que han sido partícipes de la Historia de la Salvación, y que han colaborado con el gran protagonista que es Jesús, han sido generosos y obedientes.

Cuando la semana pasada leía en el Observatore Romano el mensaje del Papa a los obispos de Inglaterra, me llamó la atención un recado que les encargaba para los católicos de ese país. Les decía, en resumen, que debían habituarse a compartir el párroco, pues la escasez de clero es muy grande. Actualmente hay un sacerdote para tres o cuatro parroquias. No me soprendí tanto, pues es exáctamente lo que sucede en la parroquia donde ayudo los fines de semana. El padre Antonio debe atender cuatro parroquias y un santuario diocesano, el solo.
Y no es que Dios haya hecho mal las cuentas, y por eso no existan suficientes sacerdotes para atender la Iglesia. El problema está en que no somos ni generosos , ni obedientes.

Cuando pienso en los jóvenes de hoy, veo mucho de egoísmo. No se les puede culpar, pues así es como se los ha educado. Han crecido, la mayoría, como hijos únicos, de familias egoístas que no quisieron "llenarse de hijos", como si eso fuese un pecado. Claro nunca aprendieron a dar, ni a compartir, porque no tenían hermanos. Luego buscan la felicidad en otra persona, se casan para que los hagan felices. Sabemos que el matrimonio es para hacer feliz al otro, no para recibir, sino para entregarse, pero quien nunca aprendió a pensar en los demás, es incapaz de comprender algo tan esencial. Por eso los matrimonios duran tan poco. Dos egoístas casados no durarán mucho juntos. Y de estas uniones parciales (que dificilmente se pueden llamar familias) nace el único hijo, a quien no se le niega nada y se le concede cada capricho,aprendiendo a ser tan egocéntrico como sus padres. Todo un círculo vicioso.

Esperar que de una sociedad así, surjan suficientes vocaciones sacerdotales es como pedirle peras al olmo.
Es hora de transformar la familia y de luchar contra quienes quieren destruirla. Es en la familia cristiana donde se aprende a amar, a ser generosos y a obedecer. Será la auténtica familia cristiana la que provea a la Iglesia de ministros suficientes para atenderla y extenderla.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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