"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 22 de febrero de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo I de Cuaresma


Queridos Hermanos:
Hemos comenzado el tiempo de Cuaresma y nuestra Madre la Iglesia nos invita a revisar nuestro amor. Si, debemos de chequear como va nuestra relación con Dios, pues el arrepentimiento, la penitencia, la humildad, etc, son todas consecuencias del amor. No podemos darlo por sentado, el amor si no se desarrolla no es amor auténtico.
Pongamos como ejemplo el amor entre los esposos. Me viene a la memoria aquella canción que dice “Acuérdate del tiempo que eran novios: la sacabas a pasear, la llevabas a comer, la invitabas a bailar, era tu única mujer, ahora no puedes cambiar tu forma de ser”. Me ayuda a comprender cómo debe ser nuestro amor a Dios. La Cuaresma nos ayuda a no caer en la tentación de darlo por supuesto, pues en materia de religión, quién no avanza, retrocede.
De las tres tentaciones que hoy nos presenta el Evangelio, creo que la tercera es la más grave. Tentar a Dios, ponerlo a prueba, no sólo muestra irreverencia, sino total desamor. Muchas veces utilizamos la expresión “tentar a la suerte”. Se lo podemos decir, por ejemplo a un motociclista que hoy, por correr imprudentemente, tuvo un grave accidente que aunque destruyó la moto, lo dejó a él ileso. Tuvo suerte. Pero si al día siguiente lo vemos otra vez conduciendo de la misma manera, diremos “Esta tentando a la suerte”.
Sin duda el mayor regalo que nos ha hecho Dios, más aún que la propia vida, es la salvación eterna. De que nos serviría la existencia, si luego de este mundo nos esperara a todos el infierno. La salvación es un tesoro invaluable, que debemos custodiar. Qué diríamos entonces de quien no se preocupa de su salvación, porque la da por hecha.
Muchos cristianos creen que porque han recibido los sacramentos y cumplen más o menos con los mandamientos, ya está todo hecho, creen tener asegurada la salvación. Como quién piensa que porque ya se casó, no debe de seguir enamorando a su cónyuge. El amor que no se cultiva, se debilita. Si bien es cierto que puede permanecer así por mucho tiempo, bastará una ligera prueba o una crisis para tirarlo abajo. Así mismo sucede con un cristiano mediocre, parece que todo va bien, pero a la primera prueba o tentación un poco fuerte, se desmorona . La salvación hemos de ganárnosla cada día, así como el amor.
Pongamos manos a la obra, no tentemos al Señor. El nos ofrece la salvación y nosotros nos hemos de esforzar cada día por acercarnos más a ella, sabiendo que nunca seremos totalmente merecedores de un don tan grande.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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