Se escucha con mucha frecuencia hablar de la bondad y de la misericordia de Dios. Parece que en muchos casos se lo hace dejando a un lado su justicia, como queriendo hacernos creer que Dios no se da cuenta de las cosas, como si fuese muy fácil engañarlo. Afirman convencidos que basta con amarlo, que Él no se fija en nada más, que basta lo interior, etc, etc.
Desde la segunda lectura del domingo podemos ver como ciertamente cuenta para Dios lo interior. No basta con cumplir la Ley externamente, superficialmente, sino la hemos encarnado no sirve. Dios espera que nuestra fe se traduzca en obras, una fe viva. Él que puede ver los corazones se da cuenta perfectamente de la calidad de nuestras obras.
Lo confirmamos cuando reclama a Simón el fariseo la falta de cortesía para con Él. No ha hecho nada de lo que correspondía hacer cuando se recibía a un invitado en casa. Ni el agua para los pies, ni el beso, ni el aceite para el cabello. Habría que hacerle un monumento a la indiferencia, mientras que la pecadora merece uno al amor.
Y vemos en la afirmación de Jesús "Porque ha amado mucho, le son perdonados sus muchos pecados", que Él también tiene en cuenta la cantidad de nuestro amor .
La conclusión cae por su propio peso: si Jesús se fija en la calidad y en la cantidad, es que se da cuenta. Es bueno y misericordioso, pero también es justo. Hoy nos llama a no conformarnos con el mínimo, pues quien ama es siempre ilimitadamente generoso. Se equivocan quienes creen que se puede engañar a Dios como a un niño (con respeto de los niños que ya no se dejan engañar).
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
Desde la segunda lectura del domingo podemos ver como ciertamente cuenta para Dios lo interior. No basta con cumplir la Ley externamente, superficialmente, sino la hemos encarnado no sirve. Dios espera que nuestra fe se traduzca en obras, una fe viva. Él que puede ver los corazones se da cuenta perfectamente de la calidad de nuestras obras.
Lo confirmamos cuando reclama a Simón el fariseo la falta de cortesía para con Él. No ha hecho nada de lo que correspondía hacer cuando se recibía a un invitado en casa. Ni el agua para los pies, ni el beso, ni el aceite para el cabello. Habría que hacerle un monumento a la indiferencia, mientras que la pecadora merece uno al amor.
Y vemos en la afirmación de Jesús "Porque ha amado mucho, le son perdonados sus muchos pecados", que Él también tiene en cuenta la cantidad de nuestro amor .
La conclusión cae por su propio peso: si Jesús se fija en la calidad y en la cantidad, es que se da cuenta. Es bueno y misericordioso, pero también es justo. Hoy nos llama a no conformarnos con el mínimo, pues quien ama es siempre ilimitadamente generoso. Se equivocan quienes creen que se puede engañar a Dios como a un niño (con respeto de los niños que ya no se dejan engañar).
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
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