"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

viernes, 6 de agosto de 2010

De la tierra al Cielo XXVI - El agua en vino


Cuando Jesús, animado por su Madre, hace su primer milagro en las Bodas de Caná nos deja perplejos el hecho de que no haya sido como en otros momentos, una curación o la multiplicación de alimentos. Es el único momento en que transforma una cosa: agua en vino. Ciertamente es un milagro tan patente, que no nos deja la menor duda del poder divino de Cristo.

Pero no es mi intención dedicar estos pensamientos a la grandeza de ese milagro, sino más bien al detalle de la transformación de un elemento por demás común y sencillo, en otro más excelente.

Recordar este milagro me hace pensar en cada uno de nosotros como un vaso de agua. Nada de extraordinario se puede apreciar en un bebé. Seguro que son siempre hermosos y son todos un don de Dios, pero cómo podemos saber cuál de ellos será un hombre de bien y cuál un criminal. Son todos como un pequeño vaso de agua, esperando a ser transformados.

Con el pasar del tiempo, Dios entra en la vida de quien lo invita y va transformando ese agua en vino. Este proceso es siempre efecto de la gracia, no depende de nosotros sino de Dios. Lo cierto es que cada uno de nosotros lo puede testificar.

Hoy quisiera invitarlos a todos a dejarse transformar. El mundo necesita vino que lo alegre, que lo cure, que le dé fuerzas. Dios necesita vino para transformarlo en su sangre (nosotros nos convertimos en colaboradores en la redención del mundo).

No nos declaremos vencidos cuando aún no hemos dejado que Dios nos transforme. Pongámonos en sus manos, recibamos su bendición, como el agua de Caná y no quedaremos defraudados.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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