Queridos Hermanos:
Hoy en día en todas partes y de tantas maneras se nos habla de amor. Casi siempre es un amor considerado como sentimiento bastante cambiante y pasajero, condicional y hasta interesado y por lo tanto muy lejos del amor de caridad, aquel que ha siempre caracterizado a los discípulos de Cristo. Tendríamos entonces que escuchar donde se habla del amor auténtico. Y del verdadero amor nos habla la Cruz.
Sólo en la Cruz es probado y por ende, garantizado el amor. Completamente desinteresado, entregado hasta la muerte para darnos la vida, olvidado por completo de sí mismo y concentrato sólo en el ser amado. Ese es el amor de Cristo crucificado. Ese es el modelo a seguir.
No podemos pretender un amor sin cruz, sin renuncia, sin sacrificio. Cuando miramos la Cruz de Jesús ella nos habla de su amor infinito y a partir de esa visión es que podemos corresponder amándolo sinceramente. Pero no podemos pensar que eso es todo, porque ese mismo amor nos debe impulsar a amar a todos, desde Dios y desde la cruz que hemos de cargar.
Y será nuestra cruz de amor la que hable por nosotros, la que haga comprender a nuestros hermanos que los amamos, que queremos para ellos la felicidad plena, la eterna, la que sólo ofrece Dios. Y esa será la clave de la Nueva Evangelización, como lo fue de la antigua. Nuestro cotidiano amor a Dios y al prójimo desde nuestra cruz, será el signo más elocuente de nuestra fe.
Por lo tanto no podemos caer en la tentación del amor de telenovela, de amor light, sentimentalista y barato. Nuestro amor debe ser de madera, de la misma madera de la Cruz de Cristo y con clavos y corona de espinas. Sólo el sacrificio cotidiano hace auténtico el amor.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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