Queridos Hermanos:
Todos reconocemos a la familia como la base de la sociedad, como la iglesia doméstica, como el punto de partida para cada uno de nosotros. Hoy Dios se nos muestra también como familia y nos recuerda que a partir del amor y de la unidad de la familia es que construimos su Reino.
En el hogar de Santa Isabel y Zacarías se educó a Juan Bautista. Él tenía muy clara la misión que Dios le había encomendado. En el hogar de San José y Santa María creció y se educó Jesús, quien siempre hizo la voluntad del Padre. Porque es en casa que a través de la vivencia familiar, de la experiencia del ser parte de un todo, de aprender a ser corresponsables, que cada cristiano comprende que no hemos venido a ser servidos sino a servir.
La Iglesia es la familia de los hijos de Dios. Hoy que hemos recordado, junto al Bautismo del Señor, nuestro propio bautismo, hemos de reconocer que somos parte de éste gran familia. Y así como en el hogar cada uno tiene un rol que desenvolver, en la comunidad cristiana cada miembro es esencial para el buen funcionamiento del Cuerpo Místico.
Ya el beato Juan Pablo II hablaba de una primavera de la Iglesia y es verdad que palpamos un fortalecimiento y un crecimiento de muchas iglesias jóvenes. Sin embargo es también doloroso ver que en muchos lugares la escasez de compromiso de muchos hermanos demora el anuncio del Evangelio. Si en cada familia cristiana se enseñara a ser responsables, también la familia parroquial vería más frutos. Sólo en las comunidades donde cada uno procura responder a la llamada de Dios se vive el auténtico compromiso cristiano.
Recordar nuestro bautismo es recordar nuestra misión en la Iglesia, nuestra responsabilidad. Cada uno de acuerdo con su vocación debe hacer su aporte para que la obra de Cristo llegue a toda la humanidad, nadie puede sentirse exonerado. Cada alma cuenta ya que por todos se sacrificó Jesucristo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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