En el pasaje que nos ofrece San Marcos ya desde el comienzo nos da la pista para comprender el núcleo de la reflexión. Nos dice que la gente se maravillaba de su enseñanza, precisamente porque enseñaba con autoridad.
Es verdad que muchas veces nos quedamos en lo más espectacular y es cierto que llama la atención la parte en que Jesús expulsa el demonio. Sin embargo eso es sólo un signo, una prueba de la autoridad de quien está enseñando. No estamos frente a un gran maestro o un gran orador, es Dios que se ha hecho hombre y que se autorevela. Su palabra es eterna porque es divina.
Nos puede pasar que menospreciamos algo precisamente porque tenemos demasiado de ello, porque nos parece muy común o simplemente porque nos hemos acostumbrado a tenerlo al alcance de la mano. No valoramos, por ejemplo, la electricidad, sino justamente cuando nos toca un corte del servicio.
La palabra de Dios de este domingo habla sobre ella misma, nos recuerda que es Palabra de Dios y que es la única enseñanza que verdaderamente cuenta para la vida futura.
El Papa nos ha invitado a vivir el año de la Fe. San Agustín decía que nadie ama lo que no conoce. Tantos católicos se conforman con lo que aprendieron de doctrina en el catecismo parroquial, algo que no basta. Era lo necesario para esa época de nuestra vida, pero para un adulto no es suficiente. Por eso dentro de la misma invitación, el Papa nos recuerda que debemos de estudiar la doctrina y el libro de texto es el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ahora depende de nosotros el poner manos a la obra, o más bien dicho, ojos al catecismo. La enseñanza del Señor está ahí explicada de manera que todos la podamos entender. Ciertamente la Biblia contiene todo el mensaje de Dios, pero el catecismo es lo que nos ayudará a comprender la Biblia sin errores doctrinales. Y como el tiempo vuela, más vale comenzar cuanto antes.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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