"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 2 de enero de 2012

Reflexionando el Evangelio: Nuestra prioridad es la Salvación - Solemnidad de Santa María Madre de Dios

Queridos Hermanos:

En la imagen que les comparto hoy vemos a María en adoración frente al Niño Dios. Y es que ella era consciente de que su Hijo, el bebito que había concebido, era Dios hecho hombre, el Mesías esperado de los tiempos, el Salvador del mundo. Ese mismo Dios al que ella siempre había rezado, ahora estaba entre sus brazos para ser alimentado, cobijado y acunado por ella. 

Sabemos por la tradición que la Virgen María frecuentaba el Templo desde muy niña. Ella como buena judía esperaba que se cumpliera la promesa de Dios, que naciera el Mesías, el Salvador del mundo. Tenía clara la necesidad de esa salvación espiritual. Cuando el Ángel Gabriel la visita, ella acepta humilde la misión de ser la Madre del Salvador, colaborando así directamente como Corredentora en la Salvación del género humano. Después que su Hijo ascendió a los Cielos siguió pendiente de que esa Salvación llegase a todos y mantuvo unido al colegio de los Apóstoles. Lo sabemos puesto que era presente en el Cenáculo el día de Pentecostés. Confirmamos de ésta manera que para ella la prioridad fue siempre la misma, antes, durante y después de Cristo: la Salvación.

María nunca olvidó que lo único que realmente cuenta en ésta vida es alcanzar la salvación de nuestra alma. Es un proceso que inicia con el Bautismo y que está muy lejos de ser individual, puesto que siendo parte integrante del Cuerpo Místico de Cristo, es un camino que hacemos en comunidad. María sabía que el Niño había nacido para salvar a todo el pueblo de Dios, del cual ella formaba parte.

Nosotros hemos de revisar si nuestra salvación y la de nuestros hermanos es nuestra prioridad. Es fácil anteponer a ella un sinnúmero de buenas cosas: el cónyuge, los hijos, el estudio, el trabajo, la obra social, etc. Todo eso es bueno e importante y nos ayudará a llegar a la meta siempre y cuando no tome el lugar que corresponde a ella, es decir la vida eterna. No podemos confundir los medios con el fin.

Ahora que iniciamos un nuevo año civil tenemos la oportunidad de poner un poco de orden, si es el caso, en nuestra prioridad de vida. Basta con seguir el ejemplo de María Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Que así como ella no nos distraigamos nunca del único objetivo verdaderamente importante. Seguro que a ella le agradará porque por nuestra Salvación se sacrificó su Hijo.
Hasta el Cielo.

P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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