Queridos Hermanos:
Creo que a todos conmueve la imagen que nos presenta el Evangelio de Marcos, sobre todo cuando apenas hemos celebrado el día del amor y la amistad. Cuatro hombres que llevan en una camilla a su amigo paralítico para que conozca a Jesús. Tanto amaban a su amigo no se desaniman ante la imposibilidad de hacerlo entrar por la puerta y lo descuelgan por un agujero hecho a propósito en el techo. ¡Qué lección tan grande de generosidad y entrega por amor al amigo!
Hoy de seguro tendríamos que preguntarnos si realmente nuestra relación con Cristo es de amistad, o sólo un cercano compañerismo. Ahora mismo les explico por dónde tendría que comenzar el examen.
Cuando a Jesús le aparece desde lo alto este hombre en su camilla, el Señor no le dice enseguida “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”, sino “Tus pecados te son perdonados”. Pensemos que para los judíos todo mal que le tocase padecer a uno era siempre consecuencia de un pecado cometido por uno mismo o por sus padres. Entonces tiene perfecta lógica que Jesús le haya primero perdonado sus pecados.
El problema es que no sólo los judíos pensaban así, muchos cristianos hoy en día siguen convencidos de que el mal que se padece es consecuencia del mal cometido, es decir, que sería como un ajuste de cuentas de parte de Dios. Lógico entonces sentirse atacado o castigado cada vez que hay algo que sufrir. Este es la actitud de quien sigue sintiendo a Dios como un compañero, pero no como un amigo.
Los santos son los grandes amigos de Dios y cada uno tuvo que sufrir, como sufre todo ser humano. Recordemos por ejemplo la larga y dolorosa enfermedad del beato Juan Pablo II. Quien podría pensar que fue castigado por Dios y sin embargo le tocó también padecer el dolor. Y así como él tantos santos y santas de la Iglesia.
Jesús nos ha llamado amigos y Dios es nuestro Padre. No hay castigo en esta vida, pero no podemos tampoco pretender una vida exenta de sufrimientos, al menos no en este mundo. La mayor prueba de la amistad que Dios nos ofrece es su misericordia, su perdón. Sólo quien de verdad ama es capaz de perdonar y sólo quien de verdad ama es capaz de pedir perdón. Ya va siendo hora de que lo hagamos vida, que agradezcamos la misericordia de Dios arrepintiéndonos sinceramente de nuestros pecados, porque el perdón no nos será jamás negado.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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