Despuès de leer el pasaje de la mujer adúltera no podemos sólo quedar conmovidos por la infinita misericordia de Jesús. Su reacción ante la denuncia de un pecado, la presión por parte de las autoridades judías, su respuesta a la mujer, todo tiene una razón de ser que debemos comprender para poder imitar.
No cabe duda que a Jesús le quedó claro que lo que la muchedumbre no tenía ningún interés en la adultera, pero quisieron aprovechar la oportunidad para tenderle un trampa, una situación que parecía no tener salida. O les permitia apedrearla y respetaba la ley, o se lo impedía y desafiaba las normas que regían la sociedad judaica.
Jesús los hace confrantarse con su propio pecado "Quien este libre de culpa que tire la primera piedra". Todos somos pecadores, por tanto ninguno debe juzgar al hermano. Ninguno puede ser juez, porque en realidad, todos somos reos.
Cuando al final todos se van y puede dialogar con la mujer, le deja en claro que El tampoco la condena y luego de perdonarla le ordena que no peque más. Es claro que aquí está la parte más importante de la enseñanza: rechazar el pecado y amar al pecador.
Nosotros, como cristianos del tercer milenio, estamos también sujetos a multiples influencias externas. Muchos incluso toman pasajes como este para decirnos que debemos ser más "tolerantes" y prentenden con eso que en nombre de la misericordia, dejemos de denunciar pecados como el aborto, la promiscuidad, la corrupción, etc.
Nuestra misión profética nos exige denunciar el pecado, combatir el mal, sin tregua y sin mediocridad. Pero, así como Jesús, nuestra Iglesia siempre ha sido y debe ser acogedora. No somos jueces, somos hermanos y en el corazón de la familia deben estar presentes todos. Aún aquellos que rechazan el hogar.
En estos últimos días de cuaresma no podemos dejar de dar gracias a Dios, porque aún siendo pecadores nos ama, nos perdona y nos pide hacer lo mismo con nuestro prójimo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
No cabe duda que a Jesús le quedó claro que lo que la muchedumbre no tenía ningún interés en la adultera, pero quisieron aprovechar la oportunidad para tenderle un trampa, una situación que parecía no tener salida. O les permitia apedrearla y respetaba la ley, o se lo impedía y desafiaba las normas que regían la sociedad judaica.
Jesús los hace confrantarse con su propio pecado "Quien este libre de culpa que tire la primera piedra". Todos somos pecadores, por tanto ninguno debe juzgar al hermano. Ninguno puede ser juez, porque en realidad, todos somos reos.
Cuando al final todos se van y puede dialogar con la mujer, le deja en claro que El tampoco la condena y luego de perdonarla le ordena que no peque más. Es claro que aquí está la parte más importante de la enseñanza: rechazar el pecado y amar al pecador.
Nosotros, como cristianos del tercer milenio, estamos también sujetos a multiples influencias externas. Muchos incluso toman pasajes como este para decirnos que debemos ser más "tolerantes" y prentenden con eso que en nombre de la misericordia, dejemos de denunciar pecados como el aborto, la promiscuidad, la corrupción, etc.
Nuestra misión profética nos exige denunciar el pecado, combatir el mal, sin tregua y sin mediocridad. Pero, así como Jesús, nuestra Iglesia siempre ha sido y debe ser acogedora. No somos jueces, somos hermanos y en el corazón de la familia deben estar presentes todos. Aún aquellos que rechazan el hogar.
En estos últimos días de cuaresma no podemos dejar de dar gracias a Dios, porque aún siendo pecadores nos ama, nos perdona y nos pide hacer lo mismo con nuestro prójimo.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
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