Siempre nos han aconsejado rezar y nadie duda que hacerlo sea algo bueno. Pero quien sabe si, cuando hablamos de oración, entendemos todos lo mismo.
Algunos santos lo explicaron de maneras muy hermosas, yo me quedo con la definición que dice que la oración es la respiración del alma. Ciertamente, al final, lo que cuenta no es el método, sino que seamos gente que habla con Dios.
La segunda pregunta, surge como consecuencia de la que hemos dicho primero. Hablar con Dios si, pero de qué. Y esta es la parte que quisiera que examinemos un poco. Hay quienes piensan en la oración como la presentación de una lista de peticiones, según las necesidades que cada quien piensa tener. Lamentablemente esto es fruto de una concepción errada de Dios. Nuestro Padre, lo que significa que está pendiente de nuestras necesidades. Es acaso necesario que quien tiene un Padre así de bueno y de poderoso, deba dirigirse a El para insistirle con algo que El conoce mejor que uno mismo. Claro que no.
Esta es una consecuencia de tener una imagen distorsionada de Dios. Un Dios paternalista que debe, según esta visión, solucionarnos cada uno de nuestros problemas y darnos aquello que, a nuestro parecer, nos hace falta.
Dios no necesita que le digamos estas cosas, pues las conoce perfectamente. El objetivo de la oración es abrir nuestro espíritu a la acción de Dios. Así es como se irá amoldando nuestra voluntad a la suya y seremos capaces de descubrir el sentido de nuestra vida, nuestra misión. El que ora, amará cada vez más al Señor, pues ese diálogo constante será el medio para cultivar una relación profunda de amistad, de filiación.
Te invito a comenzar hoy esta experiencia. Haz de tu oración un verdadero diálogo con Dios. No pretendas ponerle delanta tu lista de peticiones, más bien busca algo que ofrecerle, El espera tu amistad, tu tiempo, tu atención. Déjate llevar por el momento: comparte, alaba, agradece, entrega.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
Algunos santos lo explicaron de maneras muy hermosas, yo me quedo con la definición que dice que la oración es la respiración del alma. Ciertamente, al final, lo que cuenta no es el método, sino que seamos gente que habla con Dios.
La segunda pregunta, surge como consecuencia de la que hemos dicho primero. Hablar con Dios si, pero de qué. Y esta es la parte que quisiera que examinemos un poco. Hay quienes piensan en la oración como la presentación de una lista de peticiones, según las necesidades que cada quien piensa tener. Lamentablemente esto es fruto de una concepción errada de Dios. Nuestro Padre, lo que significa que está pendiente de nuestras necesidades. Es acaso necesario que quien tiene un Padre así de bueno y de poderoso, deba dirigirse a El para insistirle con algo que El conoce mejor que uno mismo. Claro que no.
Esta es una consecuencia de tener una imagen distorsionada de Dios. Un Dios paternalista que debe, según esta visión, solucionarnos cada uno de nuestros problemas y darnos aquello que, a nuestro parecer, nos hace falta.
Dios no necesita que le digamos estas cosas, pues las conoce perfectamente. El objetivo de la oración es abrir nuestro espíritu a la acción de Dios. Así es como se irá amoldando nuestra voluntad a la suya y seremos capaces de descubrir el sentido de nuestra vida, nuestra misión. El que ora, amará cada vez más al Señor, pues ese diálogo constante será el medio para cultivar una relación profunda de amistad, de filiación.
Te invito a comenzar hoy esta experiencia. Haz de tu oración un verdadero diálogo con Dios. No pretendas ponerle delanta tu lista de peticiones, más bien busca algo que ofrecerle, El espera tu amistad, tu tiempo, tu atención. Déjate llevar por el momento: comparte, alaba, agradece, entrega.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
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