Mucho se habla de la fidelidad en estos tiempos, o màs bien de la infidelidad. Parece como si se nos quisiera hacer creer que ser infiel es una cosa relativa, pues hoy en dìa el divorcio es algo socialmente aceptado y se ve como la salida lògica a un matrimonio en problemas. Esta no es la visiòn catòlica, no es el plan de Dios.
Pero aunque todos sabemos què es la infidelidad, pocos realmente tenemos conciencia clara de lo que significa ser autènticamente fiel, segùn la fe cristiana. Cuando Jesùs hablò del adulterio, dijo que quien mire a una mujer ajena, deseàndola en su corazòn, ya habìa cometido adulterio. Es decir que no basta con no cometer el acto en sì, para pensar que uno es fiel. Si el corazòn de los cònyuges no es todo para el otro, no se deberìa pensar que se es verdaderamente fiel.
Muchas veces cuando le pregunto a una persona si ha sido infiel en el matrimonio, la respuesta es un "no" rotundo. Pero si a continuaciòn le hago preguntas como: ¿cuàntas veces has pensado hoy en tu esposa?, ¿cuàntos detalles de cariño has tenido hoy para tu esposo? o ¿de què maneras le has manifestado tu amor a tu cònyuge hoy?, las respuestas son muy variadas y poco rotundas. Y es precisamente en este tipo de cosas es que se manifiesta la fidelidad.
Sin un amor que se renueva cada dìa, y que busca ser total y plenamente entregado a una sola persona, la fidelidad autèntica no se alcanza. Se puede vivir sin cometer adulterio, pero eso no significa ser fiel.
Para nosotros, catòlicos del tercer milenio, igual que para los de los anteriores, el matrimonio es un sacramento que dura hasta que la muerte llega. El adulterio, como se debe de llamar a la infidelidad, es algo que debe de ser rechazado y no banalizado. Asìmismo, sabemos que el matrimonio es una vocaciòn santa, que comienza en el amor sincero entre un hombre y una mujer. A ese amor se une la gracia de Dios, a travès del sacramento, constituyendo asì el fundamento de una nueva familia.
Jesùs nos llama a transformar el mundo y los casados deben hacero a travès de su vocaciòn. Empecemos con la oraciòn y que sea Jesùs mismo quien nos indique el camino a seguir para ser ciento por ciento fieles a la vocaciòn que a cada uno nos ha regalado.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
Pero aunque todos sabemos què es la infidelidad, pocos realmente tenemos conciencia clara de lo que significa ser autènticamente fiel, segùn la fe cristiana. Cuando Jesùs hablò del adulterio, dijo que quien mire a una mujer ajena, deseàndola en su corazòn, ya habìa cometido adulterio. Es decir que no basta con no cometer el acto en sì, para pensar que uno es fiel. Si el corazòn de los cònyuges no es todo para el otro, no se deberìa pensar que se es verdaderamente fiel.
Muchas veces cuando le pregunto a una persona si ha sido infiel en el matrimonio, la respuesta es un "no" rotundo. Pero si a continuaciòn le hago preguntas como: ¿cuàntas veces has pensado hoy en tu esposa?, ¿cuàntos detalles de cariño has tenido hoy para tu esposo? o ¿de què maneras le has manifestado tu amor a tu cònyuge hoy?, las respuestas son muy variadas y poco rotundas. Y es precisamente en este tipo de cosas es que se manifiesta la fidelidad.
Sin un amor que se renueva cada dìa, y que busca ser total y plenamente entregado a una sola persona, la fidelidad autèntica no se alcanza. Se puede vivir sin cometer adulterio, pero eso no significa ser fiel.
Para nosotros, catòlicos del tercer milenio, igual que para los de los anteriores, el matrimonio es un sacramento que dura hasta que la muerte llega. El adulterio, como se debe de llamar a la infidelidad, es algo que debe de ser rechazado y no banalizado. Asìmismo, sabemos que el matrimonio es una vocaciòn santa, que comienza en el amor sincero entre un hombre y una mujer. A ese amor se une la gracia de Dios, a travès del sacramento, constituyendo asì el fundamento de una nueva familia.
Jesùs nos llama a transformar el mundo y los casados deben hacero a travès de su vocaciòn. Empecemos con la oraciòn y que sea Jesùs mismo quien nos indique el camino a seguir para ser ciento por ciento fieles a la vocaciòn que a cada uno nos ha regalado.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
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