"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

domingo, 7 de noviembre de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Queridos Hermanos :

Hoy en el pasaje de San Lucas, Jesús nos recuerda una de las verdades más importantes de nuestra fe : la Resurrección de los muertos. Lamentable la actitud de los saduceos que van buscando ponerle una trampa para burlarse de Él, pero el Señor que sabe hacer cosas buenas de los males, aprovecha esa oportunidad para dejarnos una profunda lección.

Y es que recordar la resurrección nos debe hacer reflexionar en varios puntos importantes de la vida en este mundo. Algunos piensan equivocadamente que hablar de las postrimerías es una estrategia para meterle miedo a la gente. En realidad pensar en la muerte, el juicio, el Cielo, el infierno o el purgatorio, nos ayuda a comprender claramente cuál es el objetivo de esta vida terrena.

La Resurrección vence a la muerte !!!
Recordar que todos resucitaremos el día en que Cristo volverá en gloria nos ayuda a entender que la vida en el mundo es pasajera, el tiempo para ganar la vida futura, para hacer méritos que nos permitan entrar en el Reino de los Cielos. En la primera lectura los siete jóvenes hermanos nos dan una lección contundente. Ellos desprecian esta vida, asumen valientemente la tortura, precisamente porque reconocen que es preferible perderlo todo, menos la vida eterna. Hacen una profesión de fe incontestable, que conmueve a los mismos verdugos.

Otro punto importantísimo es la relación que existe entre esta verdad de fe y el amor al prójimo. Como cristianos sabemos que la muerte no es el final de nuestra existencia, sino un cambio, la entrada a la vida nueva. Pero, aunque esta esperanza nos aleja de la desesperación delante de la muerte de un ser querido, no siempre recordamos que además de seguir espiritualmente vivos, los podremos volver a ver como los veíamos en esta vida. Cuando todos habremos resucitado nos será otra vez posible convivir con nuestros familiares y amigos difuntos. Volveremos a disfrutar de su compañía y de su afecto. No seremos seres abstractos, que no se pueden tocar, porque todos recuperaremos nuestros cuerpos.

Hoy el Señor nos anima a vivir como discípulos suyos, recordándonos que hay una vida perfecta que nos está esperando. Nos consuela con la esperanza de reencontrarnos con quienes llevamos en el corazón, aunque ya no podemos ver porque partieron primero que nosotros. El Señor es bueno y es un dulce Pastor.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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