"¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?" fue la pregunta que hizo el buen ladrón a su compañero. Fue precisamente ese temor el que, unido a su fe, le ganaron la entrada al Paraíso. Ahora que el Evangelio nos hace recordar ese momento, creo que debemos también recordar la importancia del don de temor de Dios.
¡ Que sea Cristo el Rey de tu corazón ! |
Aunque no nos ha tocado vivir la época monárquica no nos han faltado las páginas de la historia y también muchas películas, como para poder hacernos una idea de cuál era la relación de los reyes y sus súbditos. Existía siempre de estos para con el rey un temor reverencial, una distancia infranqueable y una total sumisión. El rey tenía como deber gobernar a su pueblo y velar por el bien común. Muchos reyes cumplieron su tarea a cabalidad y algunos han llegado a los altares. Otros al contrario, se dedicaron a maltratar y explotar a sus súbditos, tratándolos en muchos casos como a esclavos.
Nuestro único Rey y Señor es Jesucristo. Sólo a Él hemos de rendir culto, total sumisión y más aún, adoración. Pero cuántas veces nos olvidamos de este deber y nos dejamos arrastrar por el ambiente de ateísmo práctico o de catolicismo "light" y terminamos tratando al Rey más o menos como lo hizo el mal ladrón.
Es el Espíritu Santo quien nos regala el Don de Temor de Dios. No le tenemos miedo, pero sabemos que es a Dios a quien nos dirigimos, es al Rey del Universo a quien elevamos nuestra plegaria. Seguro al recordar esta verdad seremos más delicados al servir, al orar, al cumplir con nuestros deberes. Es que somos sus siervos, sus esclavos y al mismo tiempo nos llama amigos. Es un Rey magnánimo y plenamente amable.
Hoy el Evangelio nos llama a cultivar este don que nos permitirá profundizar nuestra relación con Dios. Seguramente nos hará más devotos en nuestra vida espiritual y más valientes en la vida cotidiana. Ha sido el Papa quien ha querido que sea justamente hoy la jornada de oración por los cristianos perseguidos. Ellos que con valentía profesan la fe, aún poniendo en peligro sus vidas, nos dan el testimonio de no temer a los hombres, sino a Dios.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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