"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

domingo, 14 de noviembre de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Queridísimos Hermanos :

Hoy el Evangelio nos llama a una profunda revisión de nuestra vida y de cómo nos estamos preparando para el momento en que tendremos que presentarnos a juicio, para rendir cuentas de nuestras acciones y omisiones. El día del Juicio Final será el de nuestra liberación, cuando podremos entrar a gozar de la promesa que Dios nos hizo y que en Jesucristo se hizo realidad. No debemos temer la llegada del juicio, pero debemos de prepararnos cada día, viviendo a plenitud nuestra vocación cristiana.

Aquel día llegará nuestra liberación
El Señor comienza el Evangelio anunciando que del Templo de Jerusalén, que era el orgullo de los judíos, no quedaría piedra sobre piedra. Parecería que quisiera ayudarnos a entender qué cosas son las que verdaderamente importan. Y es verdad que cuando se trata de cosas y prioridades, a veces no tenemos muy claro el panorama. Y lo mismo nos sucede con las personas a las que amamos y a las que deberíamos amar. Muchas veces nuestros afectos nos unen a muchos, menos a Jesús, para quien no somos capaces de reservar ni siquiera uno de los primeros puestos. Sabemos bien que a Él y sólo a Él, le corresponde el principal.

Por eso es que tantas veces, cuando nos llegan las dificultades, nos abruman las responsabilidades y se nos trastornan las circunstancias, le damos la espalda a nuestro Salvador. Hoy se acostumbra hablar mucho de las estadísticas de los católicos que asisten a Misa los domingos. Son porcentajes muy bajos y la verdad es que preocupa. La lista de pretextos para no ir a la Iglesia es infinita y muchos son bastante originales.

El 31 de octubre pasado fueron asesinados casi cincuenta cristianos católicos, entre ellos dos sacerdotes. La Catedral de Bagdad fue secuestrada con todos estos hermanos nuestros que se habían reunido como cada domingo para celebrar la Misa. Murieron mártires de la fe. El domingo siguiente, a la misma hora y en la misma iglesia, se celebraba la Misa y con la asistencia de los fieles. Ninguno se quedó en casa, aunque tenían la mejor de las excusas : conservar la vida.

Jesús nos recuerda que las persecuciones serán siempre parte de la vida del cristiano, pero seremos liberados de ellas al final de nuestra vida en este mundo. Sólo la perseverancia nos hará merecedores de la entrada al Reino de los Cielos. Sólo los héroes reciben medallas, sólo quien vence recibe la corona. No nos dejemos arrastrar por las contrariedades, ni por la tibieza espiritual. Dios nos espera con los brazos abiertos.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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