He comenzado ya la segunda mitad del período de estudios en Roma. Con éste informe quiero pensar que habiendo llegado a la cima del monte, el camino será ahora de bajada. Pero según la experiencia hecha hace pocos meses en los Apeninos, hay que tener mucho cuidado en la bajada porque si te dejas agarrar por la velocidad, tropiezas y terminas con algunos huesos rotos. Así que sin prisa y sin pausa les sigo compartiendo los avatares de la vida por acá. El informe de la visita a París lo he dividió en dos partes porque hay mucho que contar.
Creo que nunca me hubiera atrevido a hacer el viaje sólo y es que soy medio cobarde cuando de lanzarme a lo desconocido se trata. Claro que si hablamos de ir de misiones es cosa distinta porque uno sabe que va en nombre de Dios. Pero no creo que exista la misma "garantía" cuando hablamos de turismo. En fin, la aventura se armó con la anuencia de 4 sacerdotes, todos estudiantes de Comunicación Institucional. Alvaro (España), Augusto (Colombia) , Ildefonso (México) y un servidor. Para darle formalidad a la asociación decidimos autotitularnos "Los Aventureros". París, como consecuencia, fue nuestra primera aventura.
Las escaleras eléctricas infinitas !!!
Y es que con un grupo tan original no nos podían faltar las anécdotas. Les voy a contar la primera que sucedió aún cuando todavía estábamos en Roma, en el aeropuerto. Habíamos quedado en encontrarnos a las once y llegamos todos puntuales. Todo estaba fríamente calculado y teníamos a Alvaro que nos recordaba los horarios. Después de chequear las maletas y sabiendo que en el avión no nos darían almuerzo, nos buscamos un restaurant. Y con eso de que el tiempo es veloz, cuando nos dimos cuenta eran las doce y el avión despegaba a las doce y media. Una vez cruzado el control de seguridad comenzamos a buscar la puerta que nos habían indicado. Alvaro e Ildefonso llevaban la delantera, a paso redoblado. Comenzaron a subir unas escaleras eléctricas y cuando estaban ya en la mitad, apareció la señorita de la aerolínea que nos indicaba que eramos los últimos y que habían cambiado la puerta de ingreso. Alvaro e Ildefonso, del apuro, comenzaron a bajar por la escalera a zancadas y carreras. Y es que la escalera iba para arriba y ellos para abajo. Y fue entonces que Ilde se lanzó la famosa frase "Y es que siguen saliendo". Todo mientras Augusto y yo nos destornillábamos de la risa.
Una vez aterrizados nos distribuimos las responsabilidades. Augusto se encargaría del dinero, Ildefonso de la comida y Alvaro, que ya había estado anteriormente en la ciudad, sería el guía. A mi me tocó ser el portavoz, porque se suponía que mi primer curso de francés me habría capacitado para poderme comunicar. La realidad es que no fue tan así. Cierto que podía entender lo que me decían o lo que se debía leer, pero de hablar ... ni hablar. Así que tuve que hacer mano al inglés que aprendí en mi país.
¡Que barrio!
Nuestro hotel estaba muy bien ubicado. A 50 metros de la estación del Metro y a dos cuadras del Sagrado Corazón. Ni bien llegando pudimos visitar la famosa Iglesia y sus alrededores. Sin perder mucho tiempo tomamos un bus que nos llevó a Trocadero, un lugar tipo mirador, desde donde se podía apreciar la torre Eifel. Luego de la sesión fotográfica y de nuestra primera ración de sánduches, nos volvimos a casa. Y es cierto que de noche uno puede apreciar cosas que de día se pasan por alto. Casi llegando al hotel, dos cuadras antes, nuestro barrio tenía otro rostro. Y es que comenzando por el Moulin Rouge, desfilaban uno tras otro centros "nocturnos", de esos que negocian con la inmoralidad. Ya se imaginarán la sorpresa nuestra. Sin embargo eso no nos detuvo, cuando se nos ocurrió la travesura de la foto en el Moulin Rouge, eso sí sólo de afuerita.
Una luz en medio de las tinieblas
Caminando de regreso a casa y rodeados por este tipo de negocios nunca nos esperamos encontrar algo especial. En la planta baja de uno de los edificios de aquella zona rosa encontramos una capilla. A la puerta de la misma una imagen de Santa Rita y el horario de las celebraciones y reuniones. Dentro una capilla bastante amplia, con un bellísimo sagrario y un bien nutrido grupo de personas, la mayoría jóvenes, en plena reunión. Una muchacha de unos veinticinco años dirigía el encuentro. Se imaginarán que era lo que uno menos se espera encontrar en un sector de esa calaña, pero ahí estaba la Iglesia irradiando luz en medio de toda esa tiniebla. Ese testimonio nos conmovió mucho.
El Arco del Triunfo |
Caminando de regreso a casa y rodeados por este tipo de negocios nunca nos esperamos encontrar algo especial. En la planta baja de uno de los edificios de aquella zona rosa encontramos una capilla. A la puerta de la misma una imagen de Santa Rita y el horario de las celebraciones y reuniones. Dentro una capilla bastante amplia, con un bellísimo sagrario y un bien nutrido grupo de personas, la mayoría jóvenes, en plena reunión. Una muchacha de unos veinticinco años dirigía el encuentro. Se imaginarán que era lo que uno menos se espera encontrar en un sector de esa calaña, pero ahí estaba la Iglesia irradiando luz en medio de toda esa tiniebla. Ese testimonio nos conmovió mucho.
La belleza del arte
Viviendo en Roma cualquiera podría pensar que uno ya estaría acostumbrado a la belleza de las esculturas y de los templos, pero creo que más que acostumbrarse se le desarrolla aún más a uno la percepción de lo bello del arte. Creo que la mejor de París está en el museo de Louvre. Es increíble pensar que se pueda llenar un museo de esas dimensiones y con cosas tan hermosas. Yo quedé abismado al contemplar las esculturas en mármol, muchas de ellas romanas. La capacidad de los artistas para representar tan vivamente las expresiones y los cuerpos. Fueron horas maravillosas y agotadoras. Estuvimos dentro del museo todo el día y nos quedó aún mucho por recorrer. Si algún día regreso a París, el primer lugar que visitaré será ese gran museo.
Escultura "La Amistad y el Amor" |
Aún queda mucho que contar, pero no quiero alargar demasiado éste informe. La próxima semana les seguiré contando las experiencias de la visita a París y la experiencia de convivir con mis coleguitas fuera del ambiente universitario. Dios los bendiga siempre.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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