El pasaje de ésta semana nos recuerda una esencial misión del cristiano: enseñar. Cristo nos recuerda que así como debemos de cumplir los mandamientos, hasta los más pequeños, hemos también de enseñarlos a cumplir y eso reviste una importancia trascendental. Todos los bautizados somos parte de la Iglesia que es Madre y Maestra y por lo tanto somos corresponsables en lo que a comunicar la fe se refiere. Y ese credo que hemos de enseñar se encarna, se hace vida, traduciéndose en una moral cristiana que está llamada a enderezar y allanar todo lo que no sea según la voluntad del Creador.
Es grande la tentación de hacernos una religión personal, donde el prójimo es sólo quien se sienta junto a mi en la banca, mientras participamos de la Santa Misa. Sabemos que todos hemos sido llamados a la santidad, pero nos proyectamos hacia esa meta en soledad. La santificación de la Iglesia es una tarea comunitaria, en la que cada uno hace una parte del todo. Cristo nos redimió a todos en la Cruz y nos dejó juntos en la Iglesia.
Así como Jesús no tuvo miedo de meter el dedo en la "llaga" hablando de temas que iban en contra del ambiente de aquel entonces como el divorcio, el adulterio, el valor de la palabra, la pureza, el juramento, etc, tampoco nosotros debemos quedarnos callados. Y es que ese es el meollo del asunto. No nos atrevemos a contradecir la moral subjetiva y acomodaticia del mundo actual, nos es más fácil transigir, hacernos "de la vista gorda".
El Evangelio nos llama a ser valientes y hasta temerarios. No hemos de tener miedo a decir la verdad, aunque nos produzca enemigos gratuitos. El amor que profesamos a Cristo se debe reflejar en nuestro amor al prójimo. Y no ama quien ve que su hermano peca y no lo corrige. Cuando está en juego la salvación de su alma, cómo puedo quedarme de brazos cruzados, en un silencio cómplice o por decir lo menos, pasivo.
Hoy debemos recordar que una de las obras de misericordia espirituales es "Corregir al que yerra". Siempre que lo hagamos por amor fraterno y conscientes de que es parte de nuestra labor de enseñar, tendrá el mérito correspondiente.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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