"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

viernes, 10 de febrero de 2012

De la tierra al Cielo LXVI - Adviento en febrero

Hoy Roma es diferente, nunca la había visto así. En realidad nunca en mi vida me había tocado ser parte de una espera tan generalizada, tanto que la expectativa se respira en el ambiente. Como ustedes saben toda Europa está padeciendo una ola de frío siberiano, como hace décadas no acontecía. La semana pasada ésta ciudad, sin previo aviso, se vio cubierta de una gruesa capa de nieve, cosa que no sucedía desde 1985. La ciudad se hundió en el caos, prácticamente se vio forzada a detener su marcha. Una semana más tarde, con todo eso muy fresco en la memoria colectiva, todos los servicios meteorológicos han dado el aviso de nieve, aunque no la hora exacta.

Me levanté como de costumbre, pero con la idea de que tenía que estar preparado para lo que pudiese acontecer. Por primera vez decidí que tenía que ponerme los guantes y por supuesto no podía olvidar el paraguas. Nada más salir de la casa, me topé con una ciudad distinta. Poca gente por las calles, y aquellos que me encontraba iban tan apertrechados como yo. Pero más que eso, había algo en el aire de diverso. Miradas hacia el cielo, ya cubierto de nubes; comentarios sobre el clima y sobre las consecuencias de la posible nevada; un paso más apresurado del normal como el de quien quiere terminar pronto su quehacer, para poder regresar a casa. Una cosa es que se los cuente y otra el poder vivirlo.

Al llegar a mi capellanía y saludar al Señor del Tabernáculo una idea me hizo detenerme a reflexionar. Y es que esa actitud de espera me recordaba a la del Adviento. Porque también Cristo nos anunció que volverá en gloria, pero no nos dijo cuando. Es decir que esperamos con certeza su venida, aunque no sepamos el día ni la hora. Y si ante la posibilidad de una nevada todos procuramos estar preparados, no es lógico tener las mismas precauciones frente al día del Juicio Final. Porque el frío siberiano nos podría hacer mal, pero presentarnos ante el único Juez que cuenta sin tener el alma limpia nos puede costar la muerte eterna. También es cierto que el regreso de Cristo es motivo de alegría, porque vendrá a renovar la faz de la tierra, a hacer nuevas todas las cosas, pero de nada de eso podremos ser parte si no somos dignos.

Creo que la experiencia de hoy me deja una profunda enseñanza, de esas que sólo se aprenden viviéndolas en carne propia. Los cristianos estamos siempre en camino, siempre viviendo en la espera del retorno de nuestro Rey. Y caminamos preparándonos para ese gran día, con una esperanza que nos mantiene alertas, sabiendo que este mundo es pasajero y que nuestra meta está más allá de lo que ven nuestros ojos.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

1 comentario:

  1. padre ese es el temor , de la ya anunciada fin del del mundo, no estamos haciendo nada para esperar la vida eterna, si llegase a existir una catastrofe mundial. siga instsruyendonos con sus blogs que asi tenemos ansias de recapacitar y salir de aquella tibieza

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