"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 20 de diciembre de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo IV de Adviento

Queridos Hermanos:

Ya en la segunda lectura de este domingo, San Pablo se describe como un escogido y nos da la pauta para nuestra reflexión. En el Evangelio leemos cómo Dios le hace saber a San José que él también es un escogido, que se le ha confiado una misión extraordinaria: ser el padre adoptivo del Niño Dios. Y en ambos casos nos dan el testimonio de una respuesta positiva, de entrega total y definitiva.

San José aceptó con alegría su misión
Todos conocemos que ni a San Pablo ni a San José les fue fácil cumplir con la tarea que Dios les asignó. También es verdad que no se conoce que se hayan quejado de las dificultades o se hayan echado atrás en los momentos duros que les trajo la misión que Dios les encomendó. Ambos nos enseñan que hacer la voluntad de Dios es el objetivo central de nuestra vida y que sin ese eje seríamos estériles. La vida no sería sino tediosa y aburrida, carente de una meta, de una razón de ser.

Ser elegido por Dios es un privilegio, una bendición, aunque lamentablemente algunos no lo entiendan así. Pareciera que sienten lástima ante el testimonio de quienes han entregado su vida a Dios, o de quienes cada día consumen sus energías al servicio de los más débiles o pobres, o de quien trabaja no por un sueldo sino porque es movido por un ideal más excelente. Según la mentalidad de hoy ser un elegido de Dios es igual a tener que soportar el peso de una cruz que hace dura y gris la vida. Y la verdad es que están en un gran error.

San José tenía un objetivo noble en su vida : formar una familia con María. Dios no derrumbó ese plan, pero lo perfeccionó. Sería el padre de una familia, pero no de cualquier familia, sino de la Sagrada Familia. Y es que Dios multiplica nuestras bendiciones, nuestros frutos, con Él no hay límites en lo que ha fecundidad se refiere. Y las dificultades las hace llevaderas, precisamente porque lo servimos a Él. Ese es nuestro gozo, lo que nos hace felices aún en los momentos más obscuros.

Hoy debemos darle gracias a Dios por habernos elegido, por habernos llamado a ser parte de su familia. Y junto a la acción de gracias debe ir nuestro compromiso de amar aún más, de servirlo mejor cada día, de ser verdaderamente otros cristos. Todo vale la pena cuando de amar y servir a Dios se trata.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

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