"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

lunes, 19 de abril de 2010

Reflexionando el Evangelio - Domingo III de Pascua


Queridos Hermanos:

El relato de la pesca milagrosa está lleno de detalles para relfexionar, tantos como para escribir un libro o más. Yo quisiera que hoy nos detengamos en uno solo. Quien escribe el pasaje de hoy es el apóstol Juan y será el protagonista de nuestra reflexión.

Todos los apóstoles ven a un hombre que está en la orilla, pero solamente Juan logra reconocerlo, es el único que descubre que aquel era Jesús. Me he preguntado el por qué, qué tenía o qué había de especial en Juan para poder ver lo que los demás no vieron.

Cuando Juan habla de sí mismo, se refiere al discípulo que Jesús amaba, reconociendo que la amistad entre los dos era de predilección. Quizas porque era el más jóven, quizas porque era el más puro. Lo cierto es que fue el único valiente que no lo abandonó en ningún momento, el único que estuvo, con María, al pie de la Cruz, el primero en llegar al sepulcro luego de saber que su cuerpo ya no estaba allí. Sin duda Juan respondía con amor al amor que Jesús le profesaba.

Podemos decir entónces que esta capacidad de reconocer al Señor, cuando ninguno lo pudo hacer, se debía precisamente a esta profunda amistad, al amor que existía entre Jesús y Juan. Una profundidad a la que los demás apóstoles no habían logrado llegar. Y es aquí donde recuerdo otro momento especial: la Ultima Cena. Es en el Cenáculo donde Juan recuesta su cabeza sobre el pecho del Señor. Juan es el que está más cerca del Corazón de Jesús, lo ama, lo comprende, son en realidad dos corazones que laten simultaneamente. Por eso no se separan, por eso Juan no lo abandona.

Estoy seguro que todos hemos, alguna vez, sentido celos del apóstol Juan. Quién no quisiera gozar del privilegio de un amor de predilección. Lo grandioso del caso es que Jesús está allí y ofrece el mismo amor a todos y cada uno. No depende de Jesús la profundidad de nuestra relación con El, sino de nosotros mismos.

Si no te basta con ser cristiano, con ser discípulo, con ser apóstol y quieres ser como Juan tienes que seguir su ejemplo. La clave es nunca abandonar al Señor, estar siempre con El. Así le demostrarás que lo amas con predilección, más que a nadie. Así recibirás de El todas las gracias que necesitas para no acobardarte ante las pruebas, ni amilanarte frente a la tristeza o al fracaso. El pecho donde se esconde el Corazón Eucarístico de Jesús, es el Sagrario.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

No hay comentarios:

Publicar un comentario