Queridos Hermanos:
A primera vista resulta difícil entender porque Jesús anuncia que en el día del juicio desconocerá a quienes afirman haber hecho muchas cosas buenas en su nombre. “Señor, Señor ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Jamás los conocí; ¡apártense de mi malhechores!” (Mt. 7,22-23). Aparentemente habría aquí una contradicción, puesto que si hicieron tanto bien, deberían ser premiados y no castigados.
Mientras preparaba la homilía y trataba de desenrollar este punto, me vino a la mente un recuerdo. Hace algunos años publicaron un reportaje en una revista muy leída en Ecuador donde se hablaba de Lady Diana y de la Madre Teresa de Calcuta, ambas fallecidas en el mismo año. El artículo se dedicaba a compararlas, asegurando que el mundo había perdido “Dos santas mujeres”.
El periodista basaba su comparación en el hecho de que ambas habían procurado ayudar a los más necesitados y de cómo la gente había llorado sus muertes. Eso sí no hacía referencia a las grandes diferencias existentes entre la vida de una y otra. Pero esas diferencias eran evidentes.
Cierto es que Lady Di hacia obras de ayuda social, pero también que era tristemente famosa por su vida amorosa. Se afirma que el día de su muerte, el hombre que la acompañaba era su amante. La Madre Teresa, en cambio, no sólo que había consagrado su vida a ayudar a los más pobres de entre los pobres (es decir 24 horas al día los 365 días del año), sino que además fundó una congregación que extendiera esa obra por todo el mundo. Ya la Iglesia ha reconocido su santidad elevándola a los altares.
Comprendiendo esto podemos entender que no basta con hacer el bien, o como dicen algunos “no hacerle mal a nadie”, es necesario ser cristiano con todas las de ley. No podemos creernos ese axioma tan simple como falso “Quien peca y reza empata”.
Nosotros hemos de ser como el hombre sabio que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica, porque sabe que así construye su “casa” sobre la roca. Cristo es nuestra roca, es nuestro motor. La Madre Teresa repetía siempre “Lo hacemos por Jesús” y es que todo lo hacía por Él. Esa es la vida de los auténticos discípulos del Señor, nuestro alimento debe ser “Hacer la voluntad del Padre”.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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