Nuestro profesor de liturgia y además rector del seminario, padre Juan Bravo, nos enseñó a celebrar la Misa. Recuerdo que nos insistía mucho sobre la importancia de cuidar hasta los más pequeños detalles, pero sobre todo nos pedía que celebráramos con devoción. Nos repetía aquella frase que cada sacerdote debe recordar: “Haz de celebrar ésta Misa como si fuera la primera, como si fuera la única, como si fuera la última”. El padre Juanito nos dejó hace algunos años, pero estoy seguro que su última Misa la habrá celebrado con la misma o más devoción que con la que celebró la primera. Dios lo tenga en su gloria.
Hoy quisiera que pensemos en un tipo de abrazo muy especial. Lo llamo el abrazo “irrepetible”. Como su nombre lo indica, no se puede repetir, se da una sola vez. Todo abrazo entra en éste tipo: el de acogida, de arrullo, paracaídas, festivo, etc. La diferencia es que será la última vez que abracemos a esa persona.
La muerte es parte de la vida y nadie sabe cuando llega. Cualquier abrazo que demos podría ser el último que compartamos con ese amigo o familiar. No sabemos si lo volveremos a ver y por lo tanto es una oportunidad que hemos de valorar al máximo. Cada abrazo podría convertirse así en un momento irrepetible, al menos con esa persona.
Hoy parafraseando la oración del primer párrafo tendríamos que decir: “Haz de dar éste abrazo como si fuera el primero, como si fuera el único, como si fuera el último”. Es cierto que la muerte nos entristece, pero es también cierto que como cristianos vivimos en la esperanza de la resurrección. Aquel día reencontraremos a todos nuestros seres queridos y podremos repetir todos nuestros abrazos, pero hasta entonces debemos valorar cada abrazo que compartimos y abrazar bien. Yo espero poder volver a abrazar al padre Juanito.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos … ustedes
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