Queridos Hermanos:
A alguno le podría parecer que el Evangelio de hoy mete un poco de miedo. Que si fracasamos en la administración que el Señor nos ha encargado, terminaremos en el infierno. Los invito más bien a hacer una lectura desde un perspectiva más centrada en el Padre Misericordioso, que siempre da mucho más de lo que pide y a quien le basta con que lo amemos sinceramente, porque quien ama siempre da lo mejor de sí.
Dios conoce perfectamente de que barro estamos hechos porque Él mismo nos creó. Conoce nuestras debilidades y pecados, pero también conoce bien las virtudes, cualidades y talentos con que a cada uno nos ha adornado. Sabemos bien que no son para decoración sino para que podamos servirnos mutuamente y glorificarlo a Él. Sin embargo vemos en el Evangelio que esos talentos son distribuidos de acuerdo a la capacidad de cada quien, es decir que nunca se esperará de nosotros más de lo que podemos dar.
Lo que el patrón de la parábola reclama al siervo que había recibido un talento solamente, es el hecho de su pereza. Si quien recibió cinco trabajó para producir diez y el que recibió dos entregó cuatro, era lógico que quien recibió uno devolviera dos. No hubo fracaso porque ni siquiera lo intentó. Se conformó con enterrar el talento y sentarse a esperar que regresara su patrón.
Basta conocer un poco la vida de los santos para quedarse con la boca abierta. Parece mentira que hayan sido capaces de obras tan grandes, capaces de dar respuesta óptima a las necesidades de su tiempo. Y es que más que creativos y emprendedores, fueron instrumento eficaces del Espíritu Santo. Movido por un profundo amor a Dios se dejaron llevar por su inspiración y multiplicaron sus talentos.
Hoy Jesús nos llama una vez más a amar con todas nuestras fuerzas y capacidades. Ni la pereza, ni la mediocridad, ni el conformismo son parte de la vida del discípulo de Cristo. Hay tanto por construir, tantas necesidades a las que responder, tantos que aún no han conocido el amor de Dios y no podemos quedarnos indiferentes. Pongamos manos a la obra y procuremos consumir nuestros talentos.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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