Hace muchos años, leyendo la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta, me llamaba mucho la atenciòn el detalle de la “Casa Madre”. Este lugar es como el corazòn de cada familia religiosa, donde el fundador se dedicó a formar a sus primeros compañeros.
Hace pocos meses tuve la oportunidad de visitar el monasterio de San Josè en Avila. A ese, el primer monasterio de las carmelitas descalzas, Santa Teresa de Jesùs le llamaba “mi palomarcito”. Fue ahì donde cuajò no sòlo la reforma de toda una congregaciòn, sino una renovaciòn espiritual que influyò a toda la Iglesia. Y aùn hoy sigue siendo un lugar lleno de espiritualidad y que representa el corazòn de una congregaciòn que hoy en dìa hunde sus raíces por todo el mundo, con cientos de monasterios.
Yo siendo sacerdote diocesano, se podrìa decir que no tengo una “casa madre”. Cierto es que cada sacerdote lleva en su corazòn el seminario en donde fue formado, pero no es una casa comùn. Y de alguna manera sentìa ese falta de un casa de todos, de un corazòn comùn a todos los sacerdotes seculares.
Y Dios me quiso traer a Roma. No creo que haya otro lugar en el mundo donde caminando 200 metros uno pueda encontrarse con ocho o diez sacerdotes y hasta una docena de monjitas. Donde cada templo te cuenta la historia no de uno sino de varios santos. Dos mil años de historia de la fe que desde aquì nutren a todo el pueblo de Dios. La casa que compartimos con el sucesor de Pedro, el “dulce Cristo en la tierra”.
Roma es nuestra “casa madre”. Cierto que no lo es sòlo de los sacerdotes y de las religiosas sino de todos los catòlicos. Es verdad que no todos podemos vivir aquì, pero es verdad que todos podemos estar en sintonìa, conectados al corazòn de nuestra Iglesia. Hoy gracias a la internet podemos, desde cualquier parte del mundo y en cualquier momento, conocer lo que sucede en la “Ciudad Eterna”. No por simple curiosidad sino porque queremos estar en comuniòn y oraciòn con el Papa y con la Iglesia.
Todo tenemos nuestra “Casa Madre”. Hoy los invito a sentirla asì y que Roma estè todos los dìas en nuestro corazòn. Hoy le doy gracias a Dios por haberme regalado la oportunidad de vivir en ella.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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