Queridos Hermanos:
Creo que es difícil imaginar un personaje más egolátrico que un mal rey. Un tirano ve en sus súbditos simples siervos de los cuales servirse, esclavos sin derechos y cuya principal obligación es venerar a su soberano. Obviamente no todos los reyes son así, la historia testimonia el buen gobierno de muchos reyes, algunos de ellos incluso santos. Y es que todo rey tiene una elección que hacer, la misma que lo definirá: o servir o ser servido.
Quien quiere reinar, en el auténtico sentido de la palabra, debe olvidarse de sí mismo, renunciando a la búsqueda de sus propios intereses para luchar por el bien común. Cristo hizo aún mucho más que eso. Él renunció incluso a su propia vida por el bien de su pueblo. El fundamento de su reino es el amor traducido en servicio.
Y es ese mismo Rey el que espera ser imitado, porque todo su sacrificio podría quedar estéril sin nuestra colaboración. Es por eso que en el pasaje del Evangelio insiste en el valor de las obras de misericordia, en el servir al más pequeño, al que más sufre. La indiferencia que nos lleva a la omisión es siempre consecuencia del desamor. Pasar delante de quien está en necesidad sin reaccionar es traicionar a quien reconocemos como Rey y Pastor. Él no pasa necesidades, pero se preocupa por aquellos hijos suyos que las sufren y espera que seamos capaces de reconocerlo y servirlo en ellos. Nos debería bastar su ejemplo.
Es natural amar a quien nos hace el bien, a quien nos sirve. Es natural amar a Cristo que nos ha hecho el mayor de los bienes al redimirnos. Es lógico que Él espere que ese amor lo transformemos en servicio a quien más lo necesita pues ahí está Él. Que nos amemos unos a otros como Él nos amó y nos sigue amando. Quien no sea capaz de ello, el día del juicio será rechazado de la misma manera en que rechazó a quienes esperaban su ayuda.
Nuestro Rey nos invita a imitarlo, olvidándonos de nosotros mismos, sirviendo con generosidad a quienes nos rodean. Sólo así podremos estar seguros de que hacemos la voluntad de nuestro Señor. Amarlo como Él nos ama, servirlo como Él nos sirve. Porque amor con amor se paga.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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