Queridos Hermanos:
Tantas veces cuando alguien quiere dar consuelo, escuchamos la expresiòn: "Hay que aceptar la voluntad de Dios". No digo que este mal, ciertamente hemos de aceptar Su Voluntad, pero no por resignaciòn, sino con alegrìa y sobre todo confianza. Por este mal uso de la frase se ha creado la idea de que la Voluntad de Dios es siempre algo triste, algo que cuesta mucho y de lo cual querriamos huir.
En el Evangelio de este domingo vemos un cuadro completamente diverso. Marìa, que acaba de aceptar la Voluntad de Dios, que la ha escogido como madre de su Hijo, llega, despuès de un largo y penoso viaje, a visitar a su prima Isabel. Es un momento de gozo, pues Juan el Bautista, lleno del Espìritu Santo, salta en el vientre de su madre anciana. Ante esta reacciòn, tambièn ella, como fruto del Espìritu, comprende que Marìa es la escogida de Dios, la Madre del Mesìas prometido. Y finalmente, Santa Marìa concluye tan glorioso momento recitando el Magnificat, mostrando en esa oraciòn toda la alegrìa que portaba y la claridad que tenìa sobre lo que estaba aconteciendo y sobre el plan de Dios.
Hermanos, hoy Jesus y Marìa nos invitan a recibir gozosos la misiòn que Dios nos ha querido encomendar. La razòn de nuestra existencia es hacer Su Voluntad. Y asì como Marìa, haciendo la Voluntad de Dios, fue feliz y nos hizo felices, asì sucederà con nosotros. Jesus dijo que su alimento era hacer la Voluntad del Padre y repetìa en el Huerto de los Olivos "No se haga mi voluntad sinò la tuya". Gracias a la fidelidad a su misiòn, gracias a que se apegò al plan del Padre, hoy nosotros podemos alcanzar la felicidad eterna en el Reino de los Cielos.
El que ama no teme los sacrificios que sean necesarios para cumplirle a Dios. Y si el miedo llegase, hemos de ser lo suficientemente valientes para superarlo, como lo hizo el Maestro.
Sòlo quien se adhiere a la voluntad de Dios, serà feliz y harà felices a los demàs !!!
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos... ustedes
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