No soy fanático de los juegos de mesa y la verdad es que quizás por eso cuando juego casi siempre me va muy mal. Sin embargo hace algunos meses las “Damas” me han regalado una lección que les quiero compartir.
Se dice que cada persona es un mundo, afirmando justamente que somos irrepetibles, singulares y originales. Eso podría ser visto como una dificultad en el plano de las relaciones humanas, tanta heterogeneidad lógicamente tendría que obstaculizar el desarrollo de vínculos entre seres tan diversos. Sin embargo la experiencia confirma lo contrario. Quienes comprenden que los seres humanos no son robots y por lo tanto no somos uniformes, logran comunicarse y entablar buenas relaciones con muchos.
Sin embargo esas mismas diferencias nos hacen ver que no podemos llegar a todos de la misma manera. Cada persona tiene expectativas distintas y es muy difícil complacer a todos. De ahí que el principio esencial es que debemos ser siempre auténticos y sinceros, mostrarnos como realmente somos, dando lo mejor de nosotros mismos.
Como les decía al inicio, las “Damas” me recordaron éstas verdades. Me regalaron un amigo. Al principio me parecía poco probable poder hacerme amigo de aquel muchacho que sólo podía ver una vez a la semana, durante el almuerzo del sábado. Llegaba cuando la comida estaba sobre la mesa y se marchaba, casi sin hablar, una vez había terminado de comer. Hasta que un día vi que le regalaban un juego de “Damas”. Fue el momento en que mientras lo mostraba me invitó a jugar. Desde entonces y sin falta, cada sábado jugamos nuestro partido. Hasta ahora no he ganado ni una sola vez, el experto es él. Pero he ganado un amigo y eso vale la pena.
Hasta el Cielo.
P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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