"Que no haya nada en tí que no sea lo que de tí se espera" (San Juan María Vianney)

domingo, 4 de diciembre de 2011

Reflexionando el Evangelio: Quien ama pide perdón - Segundo Domingo de Adviento

Queridos Hermanos:

Dicen que perdonar es divino y no se equivocan. Sólo Dios es infinitamente misericordioso y está siempre dispuesto a perdonar. Sin embargo también nosotros, siendo sus hijos, estamos llamados a entrar dentro del misterio del perdón. Parte esencial de nuestra vida espiritual es el aprender a dar y a pedir perdón.

En el Evangelio de hoy vemos cómo la predicación de Juan el Bautista mueve a los judíos no sólo a bautizarse, sino también a confesar públicamente sus pecados. Es decir que el signo del agua, no se quedaba en ellos sólo como un acto externo sino que representaba el deseo de recibir el perdón de Dios, de reconciliarse con Él. El pueblo de Dios tenía clara conciencia de haber ofendido al Señor y por eso no se hicieron esperar. Afirma San Marcos que toda Jerusalén iba al río a recibir el agua de manos del Precursor.

Pedir perdón es cosa seria y nos cuesta. Sin embargo hay que reconocer que nos cuesta más con unos que con otros. Cuando hemos ofendido a una persona que amamos, casi enseguida nos surge la necesidad de recibir su perdón. No nos sentimos bien sabiendo que nuestra relación ha quedado herida y nos urge reconciliarnos. Si lo mismo sucede con alguien que no nos es tan querido puede ser que esa necesidad de reconciliarnos surja más tarde. Quizás primero tengan que pasar algunos días para que nos nazca el arrepentimiento y nos lleve a pedir perdón. Ni se diga si lo mismo nos sucede con alguien que nos importa muy poco. En ese caso quizás no pidamos perdón, no tengamos remordimiento.

Y entonces la pregunta que hoy debemos respondernos es cuánto tiempo necesitamos para arrepentirnos cuando hemos ofendido a Dios. Puede sucedernos que pasemos semanas y hasta meses sin la gracia de Dios y sin sentir dolor por nuestros pecados. Si es así habrá que pensar que amamos muy poco a Dios. Un alma que tiene a Cristo como centro de sus afectos y pensamientos no resistirá estar alejada de Él. Después de haberlo ofendido sentirá la necesidad urgente de confesar su culpa y reconciliarse con Dios. Así como lo hicieron los judíos al oír la predicación de Juan que anunciaba la llegada del Mesías.

En este segundo domingo de Adviento hemos de examinar nuestro interior, medir la intensidad de nuestro amor a Dios. Nos bastará con el termómetro del dolor de nuestros pecados. Si nos falta ese arrepentimiento sincero, es que nos falta también el amor a Cristo. Y si nos falta el amor nos falta todo. Hemos de provechar éstos días para descubrir por qué aún no lo amamos como deberíamos, sólo así podremos poner los medios que hagan falta para hacer crecer nuestra comunión con Él.
Hasta el Cielo.

P. César Piechestein
elcuradetodos ... ustedes

2 comentarios:

  1. muy buena y acertada reflexion, deberiamos siempre cuestionarnos, sobre pedir perdon a quien a veces sin querer ofendemos,y lo que es peor despues de ofender, le damos la espalda y lo ignoramos, como si nunca lo hubieramos querido, por eso me parece aceratda esta reflexion, que espero que a muchos como a mi, nos ayude a pensar seriamente en la reconciliacion

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